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El resultado electoral en Catalunya representa un toque de atención a los políticos y especialmente al presidente de la Generalitat. Pueden comprenderse los motivos para la apertura del debate soberanista, sin embargo la prioridad se centra en el esfuerzo conjunto para salir de la crisis y también por una gestión que pretenda suavizar las consecuencias negativas de la recesión. La falta de resultados de las políticas de austeridad exige alternativas, lo que pasa inevitablemente por otra forma de acción política.

La tensión ha alcanzado niveles preocupantes y, a pesar de que pueda parecer utópico, hay que exigir el diálogo, que no se ha de centrar en el debate sobre la independencia. El conjunto de la Administración pública necesita una reforma urgente, basada en criterios de austeridad y eficacia. No se trata de centralizar competencias, sino de racionalizar la estructura, con visión de futuro. Buscar el acuerdo significa renunciar a cuestiones que cada partido defiende con pasión.

En el momento en que vivimos, la ruptura no es una opción positiva. Se trata de construir un nuevo modelo, lo que precisa de unos partidos que estén a la altura de los retos actuales.