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Treinta y cuatro años después de su aprobación la Constitución necesita adaptarse a los nuevos tiempos. Como espacio de convivencia, común a todos los españoles, debe responder a las necesidades actuales para que siga siendo una herramienta útil y eficaz. Sin embargo, no es un momento propicio para su revisión, porque el pronóstico sobre el resultado de un proceso de este tipo arroja enormes incógnitas. La Constitución tiene todavía un margen suficiente para que nadie se sienta marginado por su contenido.

La escalada de tensión en la actividad política y el conflicto territorial son un obstáculo para poner en marcha una revisión de los artículos de la Constitución. Hay que tranquilizar el ambiente, propiciar puntos de encuentro y trabajar en busca del contexto propicio para actualizarla. Alentar posiciones radicales no es una forma de buscar el consenso necesario para esa reforma.

Además, el objetivo principal se ha de centrar ahora en mejorar las condiciones económicas de los ciudadanos y aplicar políticas que ayuden al crecimiento económico. Tampoco en este sentido se dan circunstancias favorables a una reforma necesaria pero que tendrá que esperar.