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Vaya usted girando la cabeza hacia su derecha, unos 45 grados. Tras pasar por el chiste de Diego Ibáñez y sobrevolar unas ingeniosas frases se va a topar con un problema educativo de verdad, de los tangibles, de los que de verdad preocupan. Es un problema distinto, por supuesto, de las ficciones abstractas que estos días debaten administradores, fuerzas vivas y tertulianos diversos con motivo de los puntos más controvertidos y menos importantes de la enésima reforma de la ley educativa, que aprovecha el PP para hacernos viajar hacia atrás en el tiempo y aplicar la vertiente más ideológica de su programa. Así contenta a sus fieles, sus "cheerleaders" del "tdt party", y al mismo tiempo silencia en las primeras páginas de los periódicos otros asuntos como las pensiones. Cuando llueve, llueva en catalán o en castellano, los alumnos del IES Pasqual Calbó i Caldés se mojan mientras saltan el plinton (desde pequeño odio este aparato). Cuando hace frío, sea un frío en castellano o un frío en catalán, apenas tienen un suspiro de calefacción, mientras tengan. La crisis ha agravado la endémica precariedad de las infraestructuras educativas, que nunca han recibido todo el respeto que en forma de millones, ya sean millones en castellano o en catalán, se merecían. Es la misma crisis que justo al lado dejó vacío otro polideportivo, el pabellón que usó el Menorca Bàsquet, símbolo caído de los tiempos de bonanza, que bien podría ser ahora empleado por estos pobres alumnos que se ven obligados a hacer las flexiones, ya sean en catalán o en castellano, dándose coscorrones con los pupitres de un aula convencional. Si no hay dinero, al menos que se aproveche lo existente de forma imaginativa... y que no nos vengan con pegas competenciales. Los debates estériles, para Wert y compañía.