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Por supuesto, mi primera reacción al conocer la noticia del viaje de nuestro presidente del Gobierno a Afganistán ha sido de reconocimiento y alegría. Bien se lo merecen los soldados allí destacados y los que los han precedido durante algo más de una década. Muchas veces pensamos que Rajoy es frío con las Fuerzas Armadas, quizás sin admitir que desde que ocupó La Moncloa no le han faltado graves y urgentes problemas que le han obligado a priorizar esfuerzos. También lo comprendemos.

En seguida me he acordado de aquel primer contingente que llegó a Kabul a finales de un frío enero de 2002 que mandó el buen coronel Jaime Coll. Me acuerdo de la base de Manás en un acogedor Kirguizistán y de la entrada «a pelo» en el aeropuerto de la capital afgana de los Hércules C-130 pilotados por nuestros hermanos del Ejército del Aire. No hubiera entrado, como hoy ha podido hacerlo, el Airbús presidencial.

Por supuesto, no puedo olvidar el sacrificio de muchos soldados españoles y de otros países aliados en esta misión ISAF, que algunos de nuestros conciudadanos no entienden o no quieren entender. Indiscutiblemente para nosotros ha sido la misión más costosa.
España en Afganistán ha sido un aliado responsable, sacrificado y leal. Sin rechistar, ha cubierto la intempestiva retirada italiana e incluso la de un sector norteamericano. Lo ha hecho siguiendo unas líneas de acción muy claras:

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–Respeto, cercanía y apoyo a la población civil.
–Coordinación con agencias nacionales (AECI) e internacionales;
–Eficaz contundencia contra los actos hostiles.
–Transferencia progresiva de responsabilidades al Ejército Nacional Afgano, que marca el ritmo del repliegue.

Sabiamente, el Gobierno y el Ministerio de Defensa no se han comprometido con fechas determinadas, en muchos casos como el italiano, marcadas por inestables periodos electorales. El repliegue se va ajustando, en mi opinión, a la eficaz transferencia de responsabilidades, priorizando dejar consolidada la seguridad de aquella población, a la siempre bien recibida noticia de un repliegue en fechas determinadas.

Ayer en Herat, en Qala i Naw, en Moqur, en Ludina, los soldados españoles han sentido de cerca el apoyo de su Gobierno materializado en la figura de su presidente. Estoy seguro de que éste habrá sentido su cercanía, la sencillez de sus demandas y la aceptación de sus riesgos y penalidades. Juntos habrán brindado por sus familias, recordado a los ausentes, deseado para un país que encontraron completamente destruido y tribal un futuro mejor para sus hombres y especialmente para sus mujeres.

Espero también que el viaje le sirva al presidente de cierto descanso, si no físico, por lo menos mental. Sus inmediatos colaboradores deberían respetar ese descanso en el viaje de vuelta y no recordarle los numerosos problemas del día a día nacional, y mantener fresco el recuerdo de unos leales y disciplinados soldados, ricos en aptitudes y actitudes, que agradecerán siempre su visita.