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El 29 de abril de 1945 a las 12 de la mañana llegaba yo al mundo en esta especie de cagadita de mosca que es Menorca en el mapa del mundo mundial, según anotación en el diario de mi abuelo. "Hoy a las 12 ha nacido el Pepín", ponía. El hecho ocurrió en casa, como se nacía entonces, calle de Sant Josep nº 17 y "es carro des suc" acababa de limpiar la letrina el día anterior. Bueno a lo mejor el mes anterior, o el año anterior no lo sé, solo recuerdo que las letrinas entonces las limpiaba "es suquero".

A esa misma hora de mi nacimiento, el cuerpo de Benito Mussolini, que había sido fusilado el día anterior, colgaba boca abajo junto al de su amante Chiara Petacci y otros tres líderes fascistas, en la plaza Loreto de Milán. Ahorro al lector los detalles escabrosos del trato que recibieron los cadáveres. Ese mismo día Adolfo Hitler recibió la noticia y decidió que a él no le pasaría lo mismo, así que al día siguiente a las tres y media de la tarde se suicidó. En ese momento yo seguramente estaría chupando teta con los ojos semicerrados de placer o durmiendo plácidamente las primeras horas de mi vida, mientras los rusos entraban en Berlín violando a todas las alemanas que encontraban a su paso, como habían hecho antes sus maridos, padres o hijos, en la Rusia de Stalin. Días de venganza acompañaban en Europa a los primeros míos.

Ya los había sufrido Alemania por los bombardeos aliados como el más horroroso de Dresde, en venganza por las Blitzkrieg sobre Londres. Por lo visto a los pilotos alemanes no les importaba apretar el botón que habría el compartimento de bombas para matar a aquellos niños tan rubitos como los suyos que jugaban en las calles de la capital, hazaña por la que luego recibirían sendas cruces de hierro con hojas de roble y espadas. Luego los ingleses hicieron lo mismo con los otros rubitos, los teutones, por lo de la vendetta, ya se sabe,

Al final en agosto, el 6 concretamente, cuando me faltaban a mí 23 días para cumplir los cuatro meses y seguramente me encontraba repantingado en mi cunita con barrotes (yo ya era un poco trasto) estalló una bomba en Hiroshima, pero no una bomba cualquiera, sino "la bomba", arrojada por los americanos, perdón, los estadounidenses. En Washington al presidente Truman no le tembló la mano al firmar la sentencia de muerte de cientos de miles de niños con los ojos rasgados y, pareciéndole poco, dos días después el 9, ordenó tirar la segunda sobre Nagasaki.

Malos tiempos aquellos en que me tocó venir al mundo en un país que entonces se llamaba España y que acababa de salir de aquella guerra (in)civil nuestra, que, por cierto, sirvió a los alemanes como campo de pruebas para la suya. Malos tiempos sí, pero es que desde la crisis económica del 29 se veía venir.

Ahora también se ve venir "algo" no sé qué, pero no tiene buena pinta. De repente las clases más desfavorecidas de la sociedad han perdido derechos y poder para exigirlos, las otras clases, los poderosos globalizados, han aumentado los suyos en progresión geométrica y presionan sobre el resto, con la desfachatez y altanería del que se sabe con la sartén por el mango y con la ceguera del aprendiz de brujo que desencadena fuerzas que luego no puede controlar y le estallan en las manos. En las manos ajenas, por supuesto, ellos se limitan a ordenar que en las fábricas de su propiedad que nunca han visitado, se adapte la maquinaria que antes fabricaba automóviles para que ahora la cadena de montaje ensamble carros de combate.

Luego cuando termina el conflicto, vienen las lágrimas de cocodrilo: no lo haremos más, ha sido horroroso, hemos aprendido la lección,etc. etc. Mientras se preparan para la siguiente y sino ¿cuántos años mediaron entre la primera y segunda guerras mundiales? Solo 21.

Sí, es cierto, esta vez se ha pasado del conflicto mundial a las guerras localizadas y ha habido largos años de paz casi general desde el último, pero todo se andará, si los que poseen la llave inglesa siguen apretando las tuercas. Me pregunto ¿hasta cuándo aguantaremos su desfachatez y altanería?

Salud y fraternidad para todos en fechas como éstas en las que finaliza el año en curso, y lo siento, pero me va a costar seguir escribiendo, por lo menos a medio plazo. Me invade un inmenso pesimismo intelectual ¿Qué puedo hacer? ¿Tratar de contar lo que ya todos sabemos buscando una palabra más original que las de los demás para lucirme en lo que no es otra cosa que más de lo mismo?