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El mensaje navideño del Rey siempre despierta una especial expectación y luego genera ríos de tinta sobre la interpretación de su contenido. Pero este año, Don Juan Carlos se presentaba ante el pueblo después de diversos acontecimientos que han perjudicado la imagen de la Corona, como el incidente de la cacería de elefantes o el caso Urdangarin. En los últimos meses, el monarca ha desarrollado una actividad frenética, intentando además hacer un ejercicio de transparencia, para recuperar crédito ante la sociedad. Estaba claro que su palabras iban a ser analizadas al detalle, por ello se llegó incluso a cambiar la escenografía. En cuando a su discurso, de apenas ocho minutos, el Rey hizo un acertado llamamiento a los partidos instando al respeto mutuo y a la lealtad recíproca, y a hacer lo posible para "cerrar las heridas abiertas" en uno de los momentos más difíciles de la historia reciente del país. Su disertación, en la que evitó la crítica a los políticos y eludió la corrupción, fue una reflexión ajustada a la realidad, según han reconocido desde las formaciones mayoritarios. Hay quien piensa que en su alocución hubo muchas obviedades, pero de vez en cuando es necesario recordar lo que es esencial y que se pierde de vista en la cotidianidad tan agitada en la que estamos instalados.