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El día de Sant Esteve de 2012 fue especial. El rojo que acompañaba habitualmente al número 26 en la hoja de diciembre se apagó para mimetizarse con el 27 y el 28, volviéndose vulgar, negro. No obstante, la declaración oficial sobre la laboralidad del día tuvo que competir con la fuerza de la costumbre, con el hábito de librar el día postNavidad, con lo que muchos servicios públicos, algunos comercios y un número importante de empresas optaron por un festivo oficioso de forma total o parcial. Así las cosas, Sant Esteve se incorporó a aquel grupo de días confusos denominados "mitja festa", aquellos en los que los comercios informan mediante carteles a sus clientes sobre si abren o no, y con qué horario. No es algo nuevo. Los días 24 y 31 de diciembre también flirtean con este club, como el 9 de septiembre en Maó, la Cinquagesma en Ciutadella, entre otros. El debate está abierto. Los más calvinistas, recios y cumplidores con lo escrito reivindicarán una plena actividad en virtud del progreso del país, mientras que los más románticos, tradicionalistas, relajados y ajenos al dogma del BOE se inclinarán por quedarse en casa, aunque por ello consuman un día de vacaciones o un "moscoso". Lo más curioso del asunto es que en el segundo grupo, entre los románticos apegados a la pachanga en día laboral, se encuentre una buena parte de la administración pública oficial, que es quien precisamente se ha metido en el lío de decretar trabajo donde había paseo en bicicleta, compromiso familiar o tranquila recuperación gástrica. Se puede llegar a entender el asueto de quien se gestiona su propio beneficio, pero es difícil de asimilar que quien siga la vertiente romántica y costumbrista sea la ventanilla del "no se hacen fotocopias" o los especialistas en uso de estetoscopio. Lo oficial no debe parecer pachanguero.