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No, no se trata de cuestión alguna relacionada con la oscarizada película británica de 1996, dirigida por Anthony Minghella, ambientada en la Segunda Guerra Mundial. No; me refiero aquí a otro paciente inglés o, mejor dicho, un inglés paciente… Éste (ya jubilado) es mi vecino inglés -paciente, en periodo estival- desde hace más de veinte años. Y es paciente porque se acompaña de la bonhomía, tranquilidad e impavidez en sus manifestadas acciones de convivencia. La flema británica personificada, vaya. Médico, especialista en traumatología, cuando estaba en activo; ahora medita, lee y pinta bellísimos cuadros. Su vocación, tal vez su otra vocación, o apasionada afición incontenida, reconocida asimismo con otro birrete universitario, son las bellas artes; la escultura y la pintura… -como quedó dicho- en la que destaca sobremanera.

Veranea en Menorca, acompañado de su familia, y siempre con su esposa Moira, dejando atrás brumas británicas que no su cortesía y educación de lord parlamentario de Westminster…, desde hace por lo menos cuarenta años; cincuenta quizás. Y conoce y estima con conocimiento la isla, como un menorquín más.

Pero no habla con soltura, pese al tiempo trascurrido desde entonces, ninguna de nuestras lenguas cooficiales. Tal vez, aunque no se lo digo, porque tampoco se ha esforzado... El caso es que, como quien esto firma tampoco se ha empeñado en aprender la suya, nuestros diálogos son cinematográficos... Entendámonos, nos comunicamos al modo interpretado por los aborígenes americanos en aquellas películas de John Ford, en las que Pedro Armendáriz era el traductor... Con frases cortas y polivalentes; seguramente, sin casar adecuadamente con lo que uno quisiera haber dicho y, por eso, con intentada mejor voluntad que acierto...

Debo resignarme por tanto con sus respuestas telegráficas, que soy el primero en lamentar; aunque, bien mirado, de esto nadie tiene la culpa o tal vez la tengamos los dos... Para que observen el grado de concisión, cuando departimos sobre aspectos históricos (pienso ahora que acaso no sea tema de su devoción), la charla puede acontecer de este modo... Si alguna vez nos referimos al legendario héroe William Wallace y sus pugnas con Inglaterra, su lacónica respuesta, con fina ironía, sin dejar de sonreír, fue: "Muy interesante, sobre todo para los escoceses…" Cuando salió a relucir Oliver Cromwell y la guerra civil (y Carlos I), embrión de las posteriores y cardinales revoluciones americana (del norte) y francesa, me contestó, de forma sagaz, también sonriente: "Sí, comprendo…, pero esto sucedió hace mucho tiempo… ".

Como observarán, la diplomacia es también una condición innata de mi estimado vecino y respetado amigo anglosajón, como también lo es su demostrada generosidad. Si antes mencioné su declarado amor por Menorca, no era un halago trivial. Nigel, que es también amante de la mar y de nuestro puerto, cuando -después de su singladura por nuestras litorales- juzgó agotadas las páginas de su cuaderno de bitácora, donó recientemente al Club Vidalba su pequeña embarcación, típica menorquina ('llaüt'), de nombre "Susurro", para que fuera utilizada por dicha entidad benefactora en actividades dirigidas al esparcimiento de los jóvenes discapacitados.

En su tradicional "christmas" familiar, en formato de artística postal (otro susurro de amistad), que acude anual y puntualmente a la cita navideña, nos regala además invariablemente sus sinceros deseos de paz, alegría y amor... Esperanzas que, si me lo permiten, igualmente desearía compartir con ustedes para este nuevo año 2013, que ahora comienza...