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Las cifras sobre la actividad en los puertos menorquines a finales de 2012, publicadas en nuestra edición de ayer, no invitan al optimismo. Maó presenta claros indicadores negativos en relación al año pasado, siguiendo así la tendencia a la baja de los últimos años, mientras que en Ciutadella la noticia positiva es que gana peso en mercancías pero a costa de Llevant. En ambas radas, la pérdida de pasajeros es igualmente significativa. Este panorama poco alentador obliga a reflexionar sobre cómo reactivar las dos principales puertas de entrada por mar a la Isla y más atendiendo a su privilegiada situación en el Mediterráneo occidental y el abanico de oportunidades que ello significa. Hay que tener en cuenta que la pérdida de dinamismo en el tráfico marítimo tiene serias consecuencias en tierra, ya que además del perjuicio económico que sufren las empresas que viven directamente del movimiento portuario, los negocios que se benefician de forma indirecta también se resienten. El hecho de que la gestión sea diferente (Estado y Comunidad Autónoma) no ayuda a definir un plan de acción conjunto para potenciar ambas infraestructuras y origina una competencia de intereses. Sin embargo, se debería intentar sumar esfuerzos y diversificar la oferta.