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Escribo esto en vísperas del día de Reyes. Dentro de unas horas las calles se llenarán de niños cargados de ilusiones y de padres que las apoyarán en busca de la cabalgata de Reyes. Daría media vida e incluso más o casi toda por volver a la edad de la inocencia y no por ese volver a empezar, sino para poder sumergirme en ese mundo solo apto para niños donde todo es verdad, incluso las medias mentiras. Poder hacerlo sería como convertirse en "ave fénix", ya saben, esa ave mitológica y así poder resurgir de las propias cenizas. Nos sobran, a quienes presumimos de estar de vuelta de todo y ser más listos que nadie, toneladas de cenizas que nos lastran y tapan nuestros poros impidiendo respirar el aire puro que nos rodea. En una época en la que cada vez más nos encerramos en nosotros mismos, en nuestros castillos de arena, siempre a la defensiva, es bueno y reconfortante observar a todo ese mundo de diminutos seres, cómo se les van los ojos tras las ilusiones. Creo que es bastante difícil, en los tiempos y circunstancias en que vivimos, sentir lo mismo, pero tal vez, si fuéramos capaces de hacer un esfuerzo en redescubrirnos, posiblemente recordaríamos al menos aquella época en la que también fuimos niños y vivimos sus mismas experiencias. Cuando lean esto los regalos ya hará veinticuatro horas que habrán llegado a sus destinatarios y los papeles multicolores que alfombraron las habitaciones, habrán sido destruidos o guardados para otras ocasiones. Pero sabremos que hemos contribuido sin duda, cada uno según sus posibilidades, a que la inocencia, su continuidad, siga sin tener fecha de caducidad.