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Con este titular pretendo sintetizar una conclusión seguramente muy extendida entre la ciudadanía acerca del programa especial emitido por TVE con motivo del 75 cumpleaños del Rey don Juan Carlos. Días antes de la fecha de emisión el programa se publicitó como una entrevista exclusiva a cargo del veterano periodista Jesús Hermida, pero a la hora de la verdad la entrevista real fue simplemente un encuentro de muy escasa -o casi nula- sustancia periodística. Me atrevo a decir que fue una decepcionante entrevista que nada útil aportó a la campaña de imagen ideada por La Zarzuela para recuperar la credibilidad perdida por el monarca durante los últimos meses.

La expectación sobre esta aparición televisiva del Rey se habría justificado sobradamente si la entrevista se hubiera realizado en directo. Pero al ser grabada y con cuestionario previo de por medio, se desvanecieron de inmediato todas las expectativas políticas que se habían suscitado. Los telespectadores, además, pudieron percatarse de la poca soltura expresiva que exhibe don Juan Carlos y de que sus dotes oratorias dejan mucho que desear. Que una cosa es intervenir en público mediante unos discursos o mensajes escritos y leídos sobre el papel; y otra muy distinta es responder de forma mínimamente brillante e interesante, y sin el apoyo de papeles, a las preguntas del periodista.

A Jesús Hermida le han llovido, con razón, las críticas por adoptar un tono ostensiblemente servil y cortesano en su trabajo. El hecho de hallarse ante el Jefe del Estado no tenía que implicar semejante actitud, pero al tratarse de Hermida, el ampuloso y gesticulante periodista que hace varias décadas tuvo su etapa de gloria como corresponsal en Estados Unidos, el riesgo y el exceso estaban cantados. Era previsible por tanto, como así ocurrió, que los editores del programa tuvieran que acortar las largas preguntas del entrevistador encantado de haberse conocido. Nada ha trascendido, por otra parte, sobre si hubo o no interrupciones en las respuestas del monarca y si hubo que proceder o no al consiguiente ajuste editor.

Para los informadores que abogan por el ejercicio de un periodismo mínimamente riguroso y honesto, la entrevista realizada al Rey careció asimismo del interés que se había despertado al quedar excluidas varias preguntas que estaban en boca de la opinión pública española, cuando menos las referidas al caso Urdangarin y a la participación en la polémica cacería de elefantes en Botsuana. Se desaprovechó así una magnífica ocasión para que don Juan Carlos recobrara la confianza y la credibilidad retiradas por muchos ciudadanos, algo que sin duda habría conseguido si hubiera optado por una vía de plena transparencia y proximidad.
Visto el resultado y el conjunto de críticas cosechadas por el comentado programa televisivo, creo que pasará mucho tiempo antes de que don Juan Carlos vuelva a situarse ante las cámaras para someterse a una nueva entrevista. Y en cuanto a Jesús Hermida, supongo que también se lo pensará muy mucho antes de salir nuevamente a la palestra pública desde su refugio de la academia privada de televisión que regenta en Madrid.

En cualquier caso, es evidente que la realización de una entrevista, sea en prensa, radio o televisión, exige siempre al periodista un trabajo de documentación sobre el personaje a entrevistar así como una adecuada preparación previa de los temas que más importa abordar, sin olvidar nunca el factor de la actualidad y pensando siempre en el interés de lectores, radioyentes o telespectadores, no en el mero interés del entrevistado.

Por las facultades universitarias circulan numerosos libros sobre este género periodístico. Uno de ellos, muy completo, lo escribió en 1996 Joan Cantavella Blasco, exdirector del "Menorca" que desde hace años ejerce como catedrático en la Universidad San Pablo-CEU de Madrid. Se trata del "Manual de la entrevista periodística", publicado por la editorial Ariel en su colección de comunicación. El mencionado volumen es sumamente pedagógico y debería ser de obligada lectura para todos los profesionales del periodismo, desde los entrevistadores más humildes a quienes se creen unas fulgurantes estrellas de la comunicación.