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Sant Antoni huele a sobrasada frita y a pan tostado sobre las brasas. Sant Antoni es también la mirada asustadiza de un gato que ha sido despertado de un plácido sueño sobre el cálido sofá para ser bendecido en la plaza del pueblo. Sant Antoni son todas las ferias de productos locales, todas las misas en honor al patrón, los dátiles y las naranjas y, cómo no, los "Tres tocs". Sant Antoni somos todos. Es el día de los menorquines, una jornada centrada en ensalzar lo autóctono en un mundo demasiado globalizado que, en ocasiones, nos hace perder de vista nuestros orígenes, las raíces que nos unen a esta tierra. Siempre he pensado que los residentes en Menorca tenemos un férreo sentimiento de pertenencia al territorio, nos sentimos orgullosos del entorno en el que vivimos. Por eso nos cuesta tanto dejar la Isla, marcharnos a otras zonas que, aunque maravillosas también, nunca nos parecen tan especiales. Y mientras estamos lejos, no nos cansamos de repetir que la Isla es un paraíso y, de este modo, nos convertimos en los mejores embajadores de Menorca. Por todo ello, un día como hoy nos permite presumir de esta tierra sin tapujos. Sant Antoni es Menorca, Sant Antoni somos nosotros.