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El Ayuntamiento de Maó ha iniciado una campaña de sensibilización para hacer ver a los propietarios de canes que no está nada bien distribuir por la ciudad sus deposiciones. Es una primera fase, previa a la multa. Esta película ya la he visto. Las campañas de sensibilización sobre las minas orgánicas perrunas son algo viejo, gastado, utilizado por anteriores concejales con resultados dudosos. La contundencia que el PP mahonés usa en otros aspectos, como el tráfico o el frenazo bajo la lluvia al desmontaje del travelift, se torna dulzura y buenas palabras cuando se trata de cuadrúpedos con esfínter rebelde. Todas estas primeras fases han contado siempre con el anuncio de segundas fases ejecutoras. Por lo tanto, ¿por qué no se prescinde ya de las primeras fases? ¿Queda algún conductor de correa que no sepa ya que dejar una mierda a disposición del primer peatón es una cafrada? El Ayuntamiento de Maó no es el único que quiere sensibilizar. Deudero suelta la perla del límite a la bonificación para ver cómo respira la peña. Se insiste de nuevo en la falsedad de que se pretende atajar el fraude de los 'bussines' subvencionados. Nos sensibilizan de que quizá no haya descuento para toda la vida, y de que es por nuestro bien. Nos buscan las cosquillas. Los más sensibles son los partidos de la oposición, al frente de una sobreactuada reacción en contra (la idea del límite aparecía ya en los presupuestos), que al acto neutraliza el PP para evitar cualquier tipo de desgaste en un asunto que en la Isla es materia ultrasensible. Y si no que se lo digan al nuevo director insular, Javier López-Cerón, al que le han pegado la misma brasa del transporte aéreo en todas las numerosas reuniones de bienvenida que ha mantenido. Como si no conociera ya el problema, el pobre. Es novato, pero no viene de Júpiter. ¡Vaya teatrillo sensiblero!