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¿Cuánto tiempo se requiere para opinar con criterio sobre una isla? Si al juicio y la verdad, siempre relativos, se incorpora una variable y subjetiva magnitud física, nadie sabe la respuesta. El "a poc a poc" de Menorca puede exasperar a quien no ajuste, aunque provenga del mismo meridiano, cada día su reloj social y circadiano al nuevo huso horario que marcan las costumbres insulares. De ser cierto que los isleños nunca dejan del todo la isla, es lícito preguntarse si admiten otra sincronía.

Como el mar une y no separa, 16 años de residencia en Baleares otorgan un incuestionable derecho de opinión, sea o no certera.Hace dos décadas se declaró a Menorca Reserva de la Biosfera: fue el premio a la conservación de la Naturaleza, por pasiva y por activa. A rebufo de ese buscado distintivo universal, los discursos políticos propugnaron un nuevo desarrollo sostenible del Estado de Bienestar que armonizara crecimiento económico y medioambiente.Los postulados ecologistas, tan novedosos y pujantes hace veinte años, concitaron diversos grupos políticos que, por estar al día más que por convencimiento, incorporaron propuestas verdes en sus programas. Los debates entre defensores a ultranza del respeto a la democracia biológica y los que, diciendo minimizar el impacto ambiental, pretendían hacer de una carretera una autopista, o preservar las praderas de posidonia de los yates, inundaban los medios. Desde el gobierno o la oposición, populares y socialistas discreparon en las formas de acometer el entorno pero, en el fondo, la cultura del ladrillo y del pelotazo inmobiliario se impusieron, casi sin restricciones, en toda península Ibérica y en las islas Canarias y Baleares.
Paisajes costeros, de montaña, lacustres o fluviales, que reunieran un plus de belleza o proximidad a una ciudad, se convertían de la noche a la mañana en urbanizaciones y segundas residencias de tres a cinco estrellas con su hotel correspondiente.
A la vista de la bien conservada isla de Menorca, que todos los visitantes ponderan, uno cree, aún sabiendo que el capitalismo se rige siempre por la ley del máximo beneficio, que sí se pudo frenar en parte ese aluvión de construcciones. ¿Será porque en sus idílicos parajes crece con más fuerza la utopía del desarrollo sostenible o porque demoran las transformaciones sociales y se asimilan y aplican a poc a poc?

El que aquí empezase tarde y con numerosas restricciones el mini boom de la construcción, no libra a la isla de los efectos devastadores de la crisis global que asola Europa. Sin embargo y paradójicamente la encuentra en situación ventajosa. Otra vez los tiempos menorquines, la inacción, las prácticas dilatorias y la preservación de la Naturaleza juegan a favor de su potencial turístico intacto: belleza, conservación y tranquilidad. Valores diferenciales a explotar racionalmente y a añadir nuevas ofertas en la misma línea. En consonancia, las actividades al aire libre con paisajes cinco estrellas, Camí de Cavalls y senderismo, deben potenciarse aún con resultados económicos, caso de ser negativos, asumibles. Como las cifras del déficit están a tope, hay que generar recursos.En Menorca, los del Imserso y los turistas, en días desapacibles y lluviosos, se preguntan. ¿qué hacemos, dónde vamos? A las Cuevas de Cala Blanca debiera ser la masiva respuesta si funcionaran. Pero en los negocios de la urbanización donde se ubican tampoco pueden responderles porque están cerrados.La dura realidad, la insostenible situación y la competencia despiadada obligan a replantear todo. Incluso el poc a poc de su apertura.