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Exhibir la declaración de renta de los políticos es un paso positivo en un ejercicio de transparencia en la gestión pública. Sin embargo corre el riesgo de convertirse en una anécdota, porque es una respuesta a la desafección de los ciudadanos por la proliferación de casos de corrupción y ni una sola dimisión y porque aporta poca información. La transparencia no es una acción, un acto concreto, sino una actitud. Al presidente del Govern se le ha de reconocer que impuso criterios firmes antes de las elecciones, que se resumían así: ni un imputado en las listas. Fue un buen principio. Hay que continuar exigiendo la regeneración moral de los partidos políticos, un objetivo de envergadura que pasa por reconocer los propios fallos y mostrar una actitud generosa a favor de la renovación y la participación. Hay que curar la enfermedad antes de que se muera el enfermo. Por eso no se puede ceder, sino todo lo contrario en la Ley del Buen Gobierno. Todo lo público debe serlo realmente, también las retribuciones de los políticos. Y ha de ser más fácil acceder a esa información. Así como están las cosas, la confianza no se da por supuesta, ni con el aval electoral, sino que debe ganarse cada día. Los políticos, aunque sea solo por instinto de supervivencia, deben practicar la transparencia.