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La publicación de las declaraciones de la renta de altos cargos públicos del PP es un gesto de transparencia innecesario que responde más al pueril juego político de consumo propio, ajeno a las demandas de la sociedad, que al clamor del pueblo llano. Además de innecesario es estéril y no revela absolutamente nada. La razón principal de esta nula efectividad radica en el hecho de que los formularios que facilita el Ministerio de Hacienda para las declaraciones de la renta no incluyen los apartados "comisiones", "sobresueldos en negro", "latas de cacao soluble enterradas", "mangoneos", "regalos de mafias rusas", u otros similares. Es decir, que la corrupción no se suele ver reflejada en la declaración de la renta de quien la comete. El "striptease" de la economía doméstica de Tadeo, Bauzá y compañía es una injusta vulneración de su intimidad, puesto que de momento no pesa sobre ellos ninguna sospecha de malversación de fondos públicos o apropiación indebida, más allá del cansino debate sobre la compatibilidad del mallorquín. Este cotilleo puro y duro no aporta nada y además conlleva que personas sobre las que no pesa más sospecha que la inherente a todo el colectivo político tengan que demostrar que no son culpables. La transparencia es otra cosa, y los partidos mayoritarios tienen mucho que aprender. Pero mis ansias de transparencia no se han visto en absoluto saciadas al saber lo que ingresa Tadeo por el rendimiento anual de una propiedad inmobiliaria. La medida alenta además la división entre estos ricos y aquellos pobres, una perogrullada en cuanto que ya se sabe que algunos mandatarios no son precisamente mileuristas. No suelen serlo. Todo esto solo sirve para detectar buenos partidos, pero no partidos políticos, sino para casarse con ellos.