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En la actualidad se cumplen ya cincuenta años del fallecimiento de uno de los poetas más singulares y brillantes de la lírica castellana contemporánea: el andaluz universal Luis Cernuda, poeta maldito, escéptico y solitario, quien vivió su dolorido sentir, víctima de una sensibilidad exacerbada y vulnerable.

Desde 1936, Cernuda reunió sus diversos poemarios bajo un título común: La realidad y el deseo, los dos conceptos que expresan certeramente el conflicto central de su vida y de su poética: el doloroso divorcio entre su anhelo de realización personal y los límites impuestos por el mundo que le tocó vivir. La conciencia de su marginación-nunca ocultó su condición de homosexual- puede explicar su rebeldía y su manifiesto desacuerdo con el mundo. "Una constante de mi vida, dijo, ha sido actuar por reacción contra el medio en que me hallaba". Su originalidad y su aislamiento le otorgan un lugar especial y diferenciado dentro de la Generación del 27 en el que se inscribe. Su marcada tendencia al pesimismo le hará ahondar en sus grandes temas: la soledad del ser humano, la imposibilidad del amor, la añoranza de un mundo habitable, el paso implacable del tiempo o el ansia de belleza perfecta.

Su obra recorre, en ejemplar coherencia estética y vital con su itinerario biográfico, todos los registros de la poesía castellana del pasado siglo: poesía pura, surrealismo, neorromanticismo, poesía elegíaca, metafísica y culturalista. Aunque su afán era escapar de las modas, sus comienzos no pudieron sustraerse a las corrientes dominantes: La poesía pura de Juan R. Jiménez en Perfil del aire(1927), la admirable asimilación de nuestros clásicos del Siglo de Oro en Égloga, elegía y oda(1928) o la poesía surrealista, ante la cual no quiso permanecer indiferente en Un río, un amor(1929) o Los placeres prohibidos(1931), en los que puede apreciarse un acusado espíritu de rebeldía contra las normas sociales establecidas: (…)No sabía los límites impuestos/leyes hediondas… Extender la mano es hallar una montaña que prohíbe,/ un bosque impenetrable que niega,/ un mar que traga adolescentes rebeldes/(…) Sin embargo, lo que más caracteriza su universo poético es el indiscutible sustrato romántico, tan evidente en Donde habite el olvido(1933), cuyo título, tomado de un verso de una Rima de Bécquer, le inspira una lírica desesperada, una grave elegía amorosa, tras un amor insatisfecho: El amor es mentira,/ La amistad es mentira/ Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,/ disuelto en niebla, ausencia/ Allá, allá lejos;/ donde habite el olvido./
De su desolación y su amargura son buena prueba estas palabras: "No quiero nada, no espero nada. Y aun, si pudiera esperar algo, sólo sería morir allí donde no hubiese penetrado esta grotesca civilización, que envanece a los hombres".

Su activo apoyo a la causa republicana, también en plena Guerra Civil, le llevó, en 1938, a un exilio forzoso, del que nunca más regresaría. Primero en Gran Bretaña, donde ejerció la docencia en diferentes universidades, posteriormente en Estados Unidos y finalmente en México fijará su residencia y desarrollará el resto de su obra, transida de amargura y de una nostalgia de la patria perdida, a la que, a veces, rechaza con la desesperación de desarraigado.

A partir de ahora, Cernuda hará de sus experiencias vitales el eje temático de su poesía. No, en vano, es considerado uno de los poetas más influyentes en la denominada poesía de la experiencia. Sus sucesivos poemarios son la viva expresión de un dolorido existir, que cobra distintos matices. Así, en Vivir sin estar viviendo(1949) el poeta medita profundamente sobre la agria soledad en que se halla inmerso y su lucha consigo mismo por llegar a aceptar su fatal destino. Escrito bajo los efectos de una nueva frustración amorosa, nos muestra a un ser atormentado, que no encuentra razones para encarar el futuro con esperanza. En Con las horas contadas(1956) manifiesta su agotamiento interior y en el que reconoce la inutilidad de sus intentos creativos en un mundo que no aprecia la poesía. Para Cernuda, el poeta es un peregrino, rechazado por todos sin hijo que te busque, como a Ulises, sin Ítaca que aguarde y sin Penélope. Su función es seguir el viaje: Sigue adelante y no regreses, afirma, No eches de menos un destino fácil, tus pies sobre la tierra antes no hollada, tus ojos frente a lo nunca antes visto.

Su último libro, Desolación de la quimera(1962) viene a ser su testamento literario. Es la crónica de una agonía, de un adiós definitivo, lleno de dolor y desesperanza, en la que se evidencia el humano temor a la muerte y la irreparable nostalgia de un edén definitivamente perdido.

Tras medio siglo de su ausencia, su obra es modelo e inspiración de una poesía viva y placentera, sensible a la experiencia cotidiana e impregnada de una gran sensualidad, cuya lectura es altamente sugestiva y recomendable.