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El Pavelló Menorca, construido en un tiempo récord en 2005 para acoger el proyecto del Menorca Bàsquet, lleva siete meses cerrado y su futuro es una incógnita. La solución para dar una utilidad a las instalaciones, cuyo coste superó los diez millones, pasa por la convocatoria de un concurso para su explotación privada, ya que la coyuntura económica dificulta que las instituciones que conforman el consorcio que vela por esta infraestructura (Consell y Ayuntamiento de Maó) puedan hacerse cargo de su gestión. Pero el edificio, que un día fue el punto de reunión de miles de menorquines arrastrados por el fenómeno de la ACB, está en pleno enredo burocrático para conseguir la licencia de actividades que permita un uso múltiple, ya que solamente tiene autorización para la práctica del baloncesto. Es difícil de entender que en su día no se previera que el recinto pudiera acoger otro tipo de eventos, aunque sorprendentemente sí se realizaron conciertos, un festival, un congreso, así como otras manifestaciones deportivas a las que no se puso objeción alguna. Además, tampoco es comprensible la manifiesta lentitud administrativa para resolver el problema. La inversión que se realizó para alzar el Pavelló debe rentabilizarse cuanto antes. Alargar esta situación es un sinsentido.