Sa Sínia de la Plana, colindante con la de Es Cuc. Su entrada era por la calle del Castillo, donde las mujeres de aquel vecindario disponían de acceso para lavar y tender ropa (desconozco el autor de la fotografía). Archivo Margarita Caules.

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El pasado lunes, como no quiere la cosa, hablé de antiguos tejidos i quatre coses més . Motivo por el cual el correo ha sacado humo. Me alegra descubrir que a los jóvenes, también les interesa saber del ayer. Me encanta que sientan este interés, de ahí que he iniciado nuevas amistades con chicos/cas, que al venir a visitarme, siempre he de preguntarles lo mismo, ¿d'on ets? En sus caras llevan escritos rasgos que me son familiares, no puede ser de otra manera, los parecidos les delatan, son calcados a personas conocidas de toda la vida. No intento dar nombres, en primer lugar por ignorar si sería de su agrado y segundo porque no pretendo fer de xafardera. Tan solo desde esta página agradecer a Diego Pons, de Es Castell, sus palabras; a nadie amarga un dulce y esta servidora és molt golosa. Aprovecho para invitarle a que renueve esta sabiduría almacenada que lleva consigo, plasmándola en nuestro "diari", convencida de que los lectores se lo agradecerían. Venga Diego ànimos.

Y ahí va "sa xerradeta" del sábado:

Las de mi edad tuvimos la oportunidad de ver como las mujeres lavaban davant es còsil, no todas las casas, me refiero a las urbanas, disponían de pila. De estas ya he dicho en ocasiones que las primeras llegaron antes de los años veinte del pasado siglo, gracias al señor Adrover, un innovador en el ramo de la construcción. Pero mucho antes, en el XIX, el arte de lavar la ropa tenía un proceso muy curioso, que escribí siendo muy jovencita, por lo cual es inédito y que jamás he leído esta peculiaridad en libro alguno de la historia de Menorca. Tan solo en el "Menorca" hay una referencia en los ochenta de un articulista, que nada tiene que ver con la Isla, y que tal vez se valió de la costumbre en Mallorca. No me extrañaría que debido a su condición de varón, sa va fer molt enfora, lo que me lleva a escribir intentando sea lo más riguroso y certero posible.

Por aquel entonces en algunos hogares disponían de una caseta dedicada a lavadero, llamada "bogaderia", situada al fondo del patio. Curiosamente también era utilizada como trastero, donde se encontraba la escalera, la caña larga de encalar, el tiesto de la cal, poals y cosas propias usadas para la limpieza. Estantes y una "foganya".

Desde que empecé con mis pesquisas intentando ahondar en cómo se lavaba, siempre creí que muchas mujeres acudían a hacerlo en el lavadero que se encontraba en la Colàrsega del puerto de Mahón. Creo que ya es hora de aclarar que no era así, en aquel lugar, por regla general, no se lavaba la ropa, tan solo se aclaraba y se tendía en las tancas adyacentes. La cosa es como sigue.

Vuelvo atrás, intentando entrar en el lavadero de una casa cualquiera. En uno de los rincones la chimenea, donde se calentaba el agua para la colada. Muy cerca la pila hecha de piedra natural. Esta disponía en la parte de abajo, precisamente en un lateral, de un agujero, que curiosamente no se tapaba con tapón alguno. En el suelo junto a la pica un "poal", que se iba llenando con el agua proveniente del interior.

Se colocaba la ropa blanca en vestes, por orden de suciedad. En el fondo, la más sucia. Aquellas telas elaboradas de tejidos naturales, eran rígidas, gruesas, pesadas, y muy resistentes, como el lino, lo que las hacía muy difíciles de limpiar.

Pieza tras pieza, una encima de la otra, bien colocadas. La última, era una tela en cuyo interior se depositaban cenizas, los mejores desinfectantes. Es por ello que sa cendra se iba guardando en una especie de depósito o caja de madera, haciéndolas servir cada vez que se lavaba. Una vez usadas eran desechadas.

Antes de iniciarse el ritual del lavado lo primero que se hacía era encender el fuego, sobre el mismo uno de los calderos, idénticos a los que se usaban en las matanzas, lleno de agua y ceniza que a medida que el agua se iba calentando se iba removiendo. Al llegar a la ebullición con la ayuda de un cazo se la iba sacando y echándola sobre la ropa. La colada se hacía entre varias mujeres, lo que agilizaba el trabajo. Si bien, es sabido que las niñas ayudaban a fregar los platos, jamás se encontraban en estos menesteres, debido a su peligrosidad pudiéndose quemar. Déu ens n'alliberi.

Algo más arriba al intentar explicar lo de la pila y el agujero, al que se podría llamar desagüe, he recalcado la ausencia de tapón debido a que por el mismo, iba saliendo poco a poco, el agua a modo de escurridora. Una vez el cubo estaba lleno se volvía a echar en el caldero del fuego, esto se venía haciendo dos, tres o las veces que fueran precisas, hasta observar que la ropa estaba limpia. Una vez enfriada, se iba retorciendo pieza a pieza, introduciéndolas en el cesto de mimbre de dos asas conocido por paner. Para retorcer aquellas pesadas sabanas o telas, era preciso hacerlo entre dos personas, cada una cogía una punta, llegando a conseguir que quedés ben torçuda.

Se me olvidaba aclarar, que las cenizas debían ser producidas por leña, jamás las de carbón. Las principales eran las de encina, se tenía la creencia que su poder desinfectante era mucho mayor. Aquella agua, tras ser calentada una y otra vez, se volvía lleixiu, aprovechando la que estaba más limpia para otros menesteres, como podría ser lavar alguna prenda a mano, fregar el suelo, principalmente la madera, lo que ahora se conoce por parqué.

Desde que empezaba la colada hasta finalizar la misma trascurrían de diez a doce horas. Actualmente, diariamente nos cambiamos la ropa interior. Pero antes no era así se hacía semanalmente, así es fácil comprender lo sucia que llegaba a estar. Lo mismo ocurría con la ropa de cama y las toallas, por lo cual costaba eliminar la suciedad. Gracias al efecto del agua caliente sobre la ceniza, la misma disolvía los álcalis de sa cendra llegando a limpiar todas las impurezas.

Tan solo las casas de señores podían efectuar el segundo paso que era aclarar con agua limpia aquellas telas y distribuirlas entre las paredes medianeras, sobre el suelo y matas, dejándolas durante la noche.

Este proceso, tan solo era para la ropa blanca, teniendo dos ventajas sobre el lavado a mano: Primero permitía limpiar muchas prendas a la vez, ahorrando gran cantidad de agua y el esfuerzo de sacarla de la cisterna, ya que no se conocía el agua corriente, sin olvidar que era la que conseguía blanquearla y desinfectarla. Por el contrario este proceso no podía llevarse a cabo con la ropa de color, e incluso las telas blancas menos resistentes, no hubieran resistido el efecto de la lejía.

Las familias humildes, una vez escurrida la ropa, la iban introduciendo en un cesto de mimbre con dos asas, dirigiéndose a una de las norias más cercanas a su hogar, donde disponían de suficiente agua y picas para ir aclarando la ropa que en su casa habían lavado.

Recuerdo perfectamente la noria de Es Muret donde me crié, que disponía de varias picas junto a una cisterna o pozo, donde se lavaba, a continuación se tendía sobre las paredes, las ramas de las matas y sobre la hierba.

Y aquí es donde hago un punto y a parte para citar el lavadero de la Colàrsega. Aquel servía para la misma función, en sus picas, más que lavar, servía para aclarar la ropa, aprovechando las tancas adyacentes para ir tendiendo la ropa. Debido a la cantidad de gente que frecuentaba la misma, se tenía destinado día y turnos de mañana o tarde.
En otra ocasión continuaré explicando como era el proceso del lavado a mano. De momento les dejo, debo ir a ordeñar a "na Vermella, na Maleita i na Rotja. Sus terneros ya voltean a sus madres y no deseo hacerles esperar.
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margarita.caules@gmail.com