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Saber o poder generar riqueza (y retenerla) es lo que da fuerza a un territorio o región determinada. Sin poder económico no hay poder político ni posibilidad de tener influencia en las decisiones que afectan la vida de los ciudadanos de una región concreta. El gran problema de la Menorca actual es que no tiene poder económico propio. Por eso no tiene la fuerza suficiente (ni tampoco la tienen sus representantes) para poder influir en las diversas administraciones.

Cuando la economía isleña se repartía en las añoradas tres patas productivas, la industria transformadora suministraba suficientes recursos para equilibrar una balanza económico-social que asentaba el poder en la misma isla. Pero, roto aquel equilibrio en favor de la industria turística, la economía tradicional se trastocó y eso afectó también al poder económico menorquín.

Antes nuestra economía estaba regida y dirigida por menorquines que invertían sus beneficios en su isla. Ahora, con la meritoria excepción de unos pocos, el sector que da más trabajo en la Isla (y por tanto se supone que genera más riqueza) está en manos de "forasteros" (dicho sin ánimo malicioso ni despectivo). La mayoría del capital turístico proviene de grupos o empresas externas a la Isla. Sus beneficios, logrados aquí, son luego "exportados" fuera de la economía menorquina. Legítimo pero empobrecedor para Menorca. En este aspecto la Isla es solo un medio que produce beneficios a unos capitalistas no menorquines. Una naranja a exprimir.

Menorca no dispone de ningún Matutes, Escarrer o Barceló. Tampoco dispone de grandes grupos turísticos que después de recolectar beneficios en la Isla los quieran repercutir en la economía isleña. Un ejemplo de esa desafección económica: los alojamientos turísticos en manos foráneas ni tan solo proveen a sus departamentos de restauración con productos producidos en Menorca. Los importan. Naturalmente que el mercado debe ser libre pero eso es un ejemplo clarificador que, más allá del pago de sueldos a menorquines y pagos de IBIs, demuestra la escasa incidencia que tiene ese tipo de acción/gestión turística en la economía diaria menorquina.

Así, muchos dicen que Menorca es hoy una isla explotada por los poderes económicos provenientes de fuera. ¿Y cómo hemos llegado a ese punto? Por la incompetencia y ceguera supinas de unos políticos nefastos e inútiles que han regulado la Isla solo en base a presupuestos políticos pero nunca económicos. De una clase política sin "glamour" intelectual ni voluntad modernizadora (sin visión de futuro), solo anclada en absurdos devaneos identitarios importados (que incluso han aceptado sustituir nombres históricos reconocidos en todo el mundo por palabros ideológicos plenamente desconocidos). Toda la parafernalia absurda de basar la acción del Consell insular en conseguir más y más competencias inútiles (por fantasmagóricas) nos ha desviado de lo principal: cómo recuperar aquel equilibrio económico que teníamos o, al menos, como diversificar la economía isleña para que continuase dependiendo de menorquines y no dejarla caer en un práctico monocultivo que depende del capital foráneo. Recordemos aquella famosa frase: "Es la economía, estúpidos". Efectivamente, sin economía no hay influencia y sin influencia no hay solución… para nuestros problemas. Pregunta importante: ¿No ha sido la autonomía el caballo de Troya por el cual Menorca ha sido vendida a otros?

Lo acontecido estos últimos decenios en nuestra isla, como en todas las regiones, deberá leerse en clave histórica. Pronostico que dentro de unas décadas la actuación política padecida por los menorquines en esta etapa de nuestra historia será calificada de "simplemente suicida". Al tiempo.

Nota

La imposición de la denominada "unidad de le lengua catalana" es un ataque inadmisible a la personalidad de Menorca. Así de claro, amigos.