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El cónclave de cardenales se reúne mañana en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor de Benedicto XVI al frente de la Iglesia católica. Muchas voces coinciden en que los signos del tiempo actual definen una época de transformación, provocada en buena parte por la crisis económica y los retos sociales. La Iglesia tiene un papel importante en un mundo que busca valores sólidos que permitan orientar la vida sin aparcar la espiritualidad. Benedicto XVI ha profundizado en la importancia de la fe en el ámbito personal y colectivo y ese mensaje perdurará. De hecho, su renuncia generosa coincide con la celebración del Año de la Fe.

El nuevo Pontífice será la voz de una Iglesia comprometida con la sociedad, con una presencia activa de los católicos en cualquier lugar del mundo. El testimonio de los que trabajan con los más pobres es el mejor reflejo de los valores evangélicos, que se encuentran en las raíces del mensaje de Jesús. Potenciar lo esencial de los valores cristianos puede ser la aportación, la ofrenda, de la Iglesia a la transformación de esta sociedad que anda a la búsqueda de un nuevo camino. El nuevo Papa ha de poder transmitir ese mensaje con la claridad del testimonio, para que la labor de la Iglesia siga dando sus frutos.