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La esposa de mi padrino, disponía de un puesto de venta en el mercado de Mahón. Al hacerse cargo de mí, me llevaba con ella, depositándome en un cajón que acondiciono a modo de cuna. El resto de vendedoras se paraban a verme llamándome, "sa fieta des caixó".

Allí crecí, entre aromas de verduras, hortalizas, frutas y flores. En casi todos los puestos disponían de las mismas según la época del año. Otros aromas se confundían con aquellas fragancias procedentes de las carnicerías y los diferentes puestos de venta de volatería. Mezclándose con fuertes olores, a los que puedo llamar "pudor". A la entrada o salida según se mire del mercado, hacia el paseo de Augusto Miranda, se hallaba una "abulló" de recogida de agua pluvial, aguas sucias, desagües de la calle y vaya usted a saber. En el mismo lugar se construyeron unos urinarios. En la puerta a modo de portería el señor Marcos, zapatero remendón. En su juventud había pertenecido a la benemérita y al igual que otros no dudo en quedarse con su esposa y sus hijos. Paquita, que tenía la peluquería en la plaza de San Roque, casada con Enrique Bes y Fermín, uno de los árbitros más famosos con que contó Menorca, casado con Leonor, una mujer guapísima, incluso me atrevo a decir de las mujeres más guapas de aquel Mahón, que actualmente reside en Santa Rita, debido a estas enfermedades que anulan a la persona, aun a día de hoy ignora el que fue su amor de toda la vida. "Al cel sia", se ha mudado a la casa del Padre. Aprovecho para mandar mi más sentido pésame a sus hijos, Esperanza, Gonzalo y demás familia.

Continúo con "davall sa plaça". En la planta baja de la cárcel, un estrecho pasadizo conducía a una especie de patio interior rodeado de jaulas, cada una de estas, pertenecía a "ses gallinaires". Si al citar el desagüe he comentado la peste, imagínense donde se sacrificaban los conejos, los pollos, gallinas , etc. Como si fuera hoy la sangre corría por una especie de canal, algo inenarrable para una niña "petita".

Cuando mi padre se volvió a casar, al vivir tan cerca del mercado, siempre me sentí vinculada con aquel puesto, que mi tía Josefa regentó hasta muy poco antes de tirar lo que había sido sin duda, un monumento, el claustro del Carmen.

Diariamente pasaba cuatro veces, dos de ida y dos de vuelta para ir a la escuela. Todos me conocían y yo a ellos, tal vez fue debido a mis vínculos que lo sentí profundamente al llegar la hora de renovar aquel claustro. Lo dije y lo diré, una verdadera lástima, una obra innecesaria que aún a día de hoy somos muchos los que nos preguntamos del por qué. Aquel era nuestro mercado, el auténtico y verdadero claustro, con sus puntos de venta, sus puestos centrales uno tras otro, con sus columnas, sus carnicerías, las grabaciones en lo alto de las puertas.

Otro más de los muchos errores de este pueblo. Al viajar y observar los claustros que se encuentran a lo largo y ancho de nuestra España, nos entra "plorera", recordando que nosotros también disponíamos de uno con un patio central y un pozo, que al ser construido se tenía la certeza de ser el más caudaloso de la Isla.

Se echa en falta su peculiaridad, sus hombres y mujeres vendiendo, regateando, mientras los hoteleros, los propietarios de bares, tiendas de comestibles y restaurantes se enzarzaban en tiras y aflojas intentando rematar precios. Pero los que más, los jefes de compra de cualquier arma pertinente hacía la compra. A fuera carros, entre ellos los de Artillería e Infantería, carretones, y algún motociclo, por ejemplo, el de Serrador, que lo suyo era la construcción pero a veces se veía obligado a complacer algún cliente.

La primera mujer que inauguró un puesto de venta al público de volatería fue una hermana de mi padre. Quien lo iba a decir con su merecida fama de cocinera.

Tras el regreso de uno de sus viajes a Barcelona, lo hizo entusiasmada con lo que había visto en el mercado de la Boqueria.

Las dependientas con elegantes y limpios delantales blancos muy bien planchados con infinidad de lazos y puntillas, algo que aquí jamás no se había visto, ni se sospechaba que para la venta de aquellos animales se precisara de tanta parafernalia. Y así podría ir narrando infinidad de detalles, desde cuando la mayoría de vendedores procedían de Sant Lluís, mientras unos venían empujando su carrito de "empenyer", otros con su bicicleta, precisamente eran las propias familias de los hortelanos los que disponían de uno de aquellos puestos. Gentes que apenas sabían de números, pero se apañaban usando las propias puertas, me refiero a las que estaban en los laterales, como si fueran pizarras. Mientras en sus bolsos se hallaba cantidad de saquitos de tela, cada uno de ellos pertenecía a un payés, a medida que iban vendiendo los productos de unos y otros se iba introduciendo el importe de la venta menos el tanto por ciento que le correspondía. En una palabra, un trabajo de contable aventajado, demostrando que a la hora de comprar o vender no se precisa de conocimientos numéricos.,

Que al edificio precisaba de una limpieza a fondo, un buen encalado, pintado de puertas, efectivamente, pero todo lo demás lo único que logró fue echar a tierra una más de las muchas que aquí se han despreciado, díganles, murallas, callejuelas, casas, cambiándolo todo por obra nueva que nada tiene que ver con nuestra idiosincrasia, una más de los muchos "disbarats que s'han fet", que tras analizarlo lo único que uno llega a la conclusión de que buenas comisiones debió dejar por el camino. Ahora se habla mucho de los sobres, pero no debemos ser tan ingenuos, siempre existieron.

Antes de continuar creo que ha llegado el momento de explicar que en la antigua cárcel de "davall sa plaça", se encontraba el cuartel de la Guardia Civil, desde allí pasaron a la calle de Santa Teresa y más tarde a la carretera de Sant Lluís. Mientras los carabineros tenían sus dependencias en la Cuesta de la Marina, muy cerca de la iglesia de San Pedro, y del señor Salvador Estrada Margalet, destacado concejal, propietario de un almacén de cereales, a la vez que innovador de toda clase de artilugios eléctricos. Otros vecinos fueron "El Bien Público"; don Antonio García, maestro de los herreros del siglo XX y otros más, que no viene al caso.

Los carabineros dejaron la cuesta mudándose frente al edificio de los guardia civiles, ambos ocuparon las dos esquinas de Santa Teresa con la de San Nicolás.

Decían los entendidos que los puntos más ventosos de componente norte eran para ellos.

Aquel mercado acogido con tantas expectativas, a diferencia del antiguo conocido como plaza de la Verdura, que el gobernador Kane mando construir un pozo y un edificio abovedado según costumbre, en un lugar que sería próximo para todos, la plaza de Es Padró, pasando a llamarse la plaza Vieja, actualmente plaza Colón o de las palmeras. Fue inaugurado en 1736, ofreciendo lo que ahora se conoce por calidad de vida, al estar cubierto protegiendo a vendedoras y clientes.

Allí se desempeñó el mercado hasta 1883, en que según petición pública se trasladó al del Carmen, junto al Palacio de Justicia y la escuela de niñas, todo ello había sufrido un derrumbe en la de Es Padró. Y así hasta nuestros días, en que se ha demostrado que el escaso movimiento de ventas de "davall sa plaça", debido a la nueva manera de vivir, de comprar y vender, viene a corroborar que lo de tirar abajo, fue uno de los mayores disparates de nuestra alcaldía.

Hoy la plaza de Mahón, no carece de suficientes atractivos, como el tener que bajar a la misma, sus precios no enamoran, una lástima, llegando a pensar que el Ayuntamiento como ya dije ha dado demasiadas facilidades en permisos en lo que tan solo debió ser Polígono Industrial, no comercial. De esta manera se ha cargado a las tiendas de comestibles, tan agradables, tan nuestras y de paso a lo que ellos mismos promovieron renovar, Sa Plaça, para después darles sin miramiento alguno el espaldarazo. Lo que podría llamarse una auténtica traición. Preguntándome, ¿para esto destrozaron una de nuestras pocas maravillas que nos quedaban? ¿Con qué criterio? ¿Dónde se encontraban los que siempre gritan?

Menorquines, mahoneses todos. Aquí no tan solo cuenta "es camí de cavalls", hay muchas cosas más.
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margarita.caules@gmail.com