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Periódicamente resurge en Menorca la polémica sobre que estética debe presentar y caracterizar nuestra Isla. ¿Debe mantenerse a rajatabla la imagen actual "per secula seculorum" o deben aceptarse ciertas modificaciones para adaptarla a los "tiempos modernos". Más allá de que sea factible el inmovilismo estético en un mundo cambiante y donde el intercambio de influencias de todo tipo es constante, la polémica es interesante porque enfrenta dos visiones diferentes sobre el futuro de la Isla.

A grandes rasgos podemos diferenciar las opiniones de los que podríamos denominar "conservacionistas" y las de quienes, en deferencia a lo establecido, llamaremos "progresistas". Estas denominaciones, en este caso concreto, son inversamente proporcionales a lo que usualmente asumimos (¿equivocadamente?) como conservador y/o como progresista. Para algunos si se lee "El País" se es un progresista del copón ("un progre de cojines") mientras que si uno lee "El Mundo", "ABC" o "La Razón" eres un carca seguro ("un facha también de cojines"). Los que lo leemos todo debemos ser unos "progre-carcas". ¡Qué bien!.

Si en los terrenos sociales y políticos han hecho fortuna aquellas denominaciones para describir y diferenciar ideologías y actitudes, en el caso de la estética los supuestos progresistas son los "conservacionistas" mientras que los llamados conservadores son ahora los "progresistas". "Tables turning". Se supone pues que los ahora denominados "conservacionistas" (es decir aquellos supuestos progresistas) defienden la virginidad de la costa y la fidelidad a una idea clásica de la Isla. Mientras, los ahora "progresistas" (es decir los antes conservadores) muestran interés por modificar nuestra imagen y adaptarla a la evolución del mundo actual.

Este enfrentamiento se concreta en diversos campos: en las infraestructuras, en el aprovechamiento de los recursos naturales y por supuesto en la evidencia arquitectónica de nuestra vida diaria. Una vez "moderé" una discusión / conversación, muy amistosa, entre dos arquitectos menorquines. Uno de ellos defendía la visión "conservadora" (es decir la actualmente "progresista") mientras el otro defendía la "progresista" (es decir la de los conservadores). El primero defendía prácticamente la no acción y el otro la acción. Uno defendía la protección a ultranza y el otro el desarrollo con sentido común.

El ahora conservador defendía una estética que continuase la, hasta ahora, usual del campo menorquín mientras el otro, el ahora progresista, defendía que las obras arquitectónicas deben reflejar el tiempo en el que se construyen. Éste se preguntaba ¿cómo va a poder diferenciarse una obra dentro de cien años si, construida hoy, mantiene todas las características y no se diferencia en sus características y detalles arquitectónicos de la de hace cincuenta o cien años? El otro arquitecto defendía que la estética de la isla "era una" y que todas las construcciones debían atenerse a una imagen intocable. Pero ¿es eso posible? La visión de lo tradicional frente a la visión innovadora. Si no se introducen nuevos conceptos estéticos más allá de los puramente técnicos no hay avance porque los tiempos cambian y con ellos las comprensiones estéticas de la gente. Ya no bailamos fandangos, bailamos "house".

Me dicen algunos que el fanatismo conservacionista es agotador por romántico. La sociedad no puede avanzar sin cambios de mentalidad. Y tampoco en el campo de la estética porque esa es la primera comprobación de un cambio social. Entonces ¿para cuándo un equilibrio?

Nota: Expreso mi profundo dolor por la muerte de mi tía María Rosa Gomila Sirerol. Vivía en Barcelona desde hace casi sesenta años pero nunca perdió su condición de mahonesa fetén. Pasaba todos los veranos en su casa de Sant Antoni y venía a menudo por Semana Santa. Siempre demostró tener hondas convicciones y las creencias regularon su vida. Yo siempre le tendré eterno agradecimiento por todo lo que hizo por mí en mis años de estudiante en Barcelona. Rezo por ella. Descanse en paz.