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Una mañana de pasear se ha convertido, hoy por hoy, en una mañana de fumar. Resulta que cuanto más necesitados estamos los hombres de trabajar más nos encontramos sometidos al azar. Lo vital es algo no consolidado –en el medio europeo– y el auténtico dilema persona es la falta de trabajo.

Vemos, absortos, como los rojos, rojos amaneceres, se rompen. Y como los enfermos del primer mundo tosen. ¿Qué pasa?....
Que no hay trabajo, que no hay infraestructura para lograrlo. Salarios bajos, por debajo de crecimiento demográfico e impuestos elevados, in-cuestionados; recesión del sistema idealizado; y así no se puede vivir.

No queremos, aunque queremos, que los hijos crezcan; que las hipotecas cedan. Debería haber un claro compromiso con el bienestar. Pero, ¿lo hay?... El sistema bosteza y la fiesta del mundo económico keinesiano ha petado. Se puede decir que fue ideado para afirmar que "el progreso nunca sería cuestionado".

En el viejo continente se usan los zapatos más que antes; no como antes que se usaban pistones y bielas. Ahora se rompen. La moda _continental– corrompe y su falta se sustituye por una modelos –y unos modelo perfectos– en sus tacones.

Todo queda atrás. Incluso uno mismo; que no es lo mismo. No es lo mismo oír decir a las voces que la vida es ilusión y que todo lo que se propone es deforme.

Entre flores también se puede vivir, y reír, pero también comer coles. De Bruselas por más brote. Mala praxis esa de la austeridad.

No podemos dispensar alegría ni dispersarla, o disculpar la risa cuando se la oye. Ni cauterizar heridas o envidia o cicatrizar la ira o suturar la pena a base de pastillas. No podemos –si es que podemos, si es que alguna vez pudimos– soportar la melancolía y la monotonía de no hacer nada. ir a amanecer dispuestos a cumplir con una tarea artesana, de fábrica o de oficina.

.... Volver a reír –de verdad– ya es osadía y no reír –por empatía– cobardía. Reír a mandíbula batiente ya es suficiente, a veces hiriente, de por sí, estridente; en una sociedad donde las apariencias están mal diseñadas.

¿Es sospechoso lo jocoso?... Los tiempos ya se fueron y hoy por hoy son otros los proyectos. Mal ordenados, mal gobernados; con menos, pueblo. Somos el germen del proyecto-europeo.

De a poco que podemos caer al suelo o nos tiene que recoger del paseo. Lo luterano, lo exigente, nos enfrenta y afrenta. Aún así nos espera otra sorpresa: la huelga, la nada; la cadena de fábrica que no arrastra nada. El continente es una presa que nos apresa en su pobreza: ¿dónde ir?... Su ansia de tristeza es infinita; lo penitente es recurrente; moral de constante miedo en el diseño.

La austeridad es la horma correcta para la gente. Gente que no sale de casa porque hay nieve frente a su fachada.
Afectados por eso no nos queda más remedio que bajar el pelo. La nada flota sobre nuestros flecos. Y viene de las calvas más lúcidas de la Tierra.

Una tertulia nos dice –y siempre nos dirá– que la crisis se solucionará en el 2013, o en el 14, o dentro de 10 años a lo más tardar. Original.... Pero todo sigue igual. La pesadilla la remata esa corona de estrellas sobre nuestra alegría.

Cada vez estamos más circunspectos; es un logro. No queremos detenernos ante los escaparates, sufrimos ante la falta de viajes y todo lo hacemos con la ilusión de que todo, alguna vez, cambie.

Vergüenza de corruptelas de ciertos personajes y adictos a los libros de clave; o de póngalo todo usted de su parte. Pagamos los balances; y los desastres de los que vieron en la inversión un arte, nos presentamos ante la feria de la carraspera como mayordomos; con cautela y temor a la tijera, y nos sentamos en la noria como el que tiene que oír un aria de ópera.

Hemos cumplido con el progreso, y el cariño marital, filial y algo más, ya es hora de cobrar: por la identidad perdida.... Pero los contables nos dicen que la equidad reparte las culpas aquí y allá.

No ha lugar, las quejas en otra parte. Organizados bajo los parámetros de rigor hemos tenido que dejar, ya alejar –y ya es dejar– la propia personalidad.

Grandes son los tiempos. Estamos a los pies de los caballos y es distinto de cuando íbamos montados. Asistimos a los "eres" desencantados, como el que se cansa de ganar demasiado. De eso se cansa uno, quien lo diría. Lo integro, el nuevo concierto, suena hueco. Y los defectos propios; eso sí que era bueno. Malos tiempos para los remedios. No queda otra sino recelar.

Culpables de dinero –antes–, ahora de falta de eso. El austericidio nos ha cogido de secreto.