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El pasado martes la sociedad menorquina recibió con excitación lo que publicaba el diario "Menorca": "La policía investiga la difusión de un video porno con menores". Fuimos conscientes de una realidad que, desgraciadamente, no es más que la punta de un iceberg y que, además, nos enfrenta a la popular frase de que "ojos que no ven, corazón que no siente"

Policía, fiscalía de menores y Servicio de Familia del Consell, trabajan en el tema para esclarecer quién, cómo, por qué, dónde…. La prensa pregunta a los responsables del mundo del menor sobre lo que pasa, qué castigo ejemplarizante habrá; parece que no solo son menores los "actores", sino que también es posible que lo sean los que lo graban y los que lo escampan por las redes telefónicas que llegan, a ritmo vertiginoso, a más menores. También se preguntan si van a ser castigados o sancionados, por este supuesto delito.

Aclarar que este vídeo no se debe adjetivar como "porno" ya que su objetivo, claramente, no comporta esta finalidad. Hablaremos pues de video de "componente sexual".

También estará bien que seamos conscientes de que la exploración sexual entra en la normalidad de ahora y siempre, si bien es cierto que se adelanta en la edad. Lo novedoso e inquietante es el entramado y la grabación, así como que salga del ámbito estrictamente íntimo rompiendo los principios de inocencia infantil.

Salta la alarma social y algunos adultos, padres imagino, se asoman a los comentarios de los medios digitales para reflexionar sobre el hecho y el peligro que corren los pequeños, e incluso para pedir que los destinatarios, que a la vez han sido remitentes, no entren en el juicio social.

Y yo me pregunto ¿se ha cometido delito? Y si es así ¿Quién lo ha cometido?

"¡Estos chicos sin valores, sin principios, inconscientes delincuentes, incluso puede que sean de otros países, de otras culturas! Esto en Menorca no pasaba". Y con esta reflexión que sale de lo más profundo de nuestros sentimientos, nos tranquilizamos y tan contentos nos quedamos.

Dejémonos de fariseísmos y de rasgar vestiduras. Entre todos hemos hecho posible que esto ocurra y que no sea sólo en Menorca; de hecho otros dos casos más saltaban a la prensa nacional esta misma semana.

Hemos permitido que nuestros hijos tengan todo tipo de aparatos y que estén conectados a un mundo que fluye a un ritmo de velocidad insólita, donde se mueve todo tipo de planteamientos, fotos, videos, creencias, opiniones… Hubo un tiempo en que los padres no solo conocían a los amigos de sus hijos, si no a la familia de estos. Hoy en día no sabemos ni siquiera con quién se relacionan ni con quién hablan.

Nosotros somos los que les hemos dado las herramientas peligrosas, la pistola; ellos se han limitado a apretar el gatillo

Nos hemos hecho débiles en el NO; nos hemos convencido de que tienen razón cuando nos dicen que "los demás lo tienen" o "los demás lo hacen" y todos, como borregos, sucumbimos a ese razonamiento que en el fondo nos hace pensar que "mi hijo no va a ser menos".

Recuerdo las palabras de Sor Catalina Verdera, Hija de la Caridad y sabia persona, en su alegato en defensa del sentido común y de los valores. Insiste en que es una incoherencia decirle a un niño que, por el hecho de serlo, no puede ahora ver o hacer algo pero que cuando sea mayor, como nosotros, tendrá la venia para todo. Es una incongruencia, dice, y tiene razón. Así parece que la moral tiene mayoría de edad y con ello licencia para ser "amoral".

Personalmente no comprendo cómo podemos pensar que los mensajes de las películas o las series televisivas, los programas basura o los juegos de las consolas, son inocuos. Cómo nos auto convencemos de que nuestros hijos no caerán en los peligros que acechan a toda la humanidad.

A veces pasamos por delante del televisor y de los niños viendo unos dibujos animados. ¡Tranquilos pues! ha de tener un contenido inocente e infantil. Si, si… pues paremos a ver un ChinChang o Los Simpson sin ir más lejos.

Y si no, visitemos el mundo del cine. Hace unos días asistí al estreno de la película "Amores pasajeros" de Pedro Almodóvar, sin recibir opiniones, críticas e incluso sin que me contasen la película a trazos. Parece increíble lo que un director de cine renombrado, y con ello considerado por la masa social como generador de moda, cree que puede hacer, exhibir y vender; la bajeza moral en la que cae creyendo en que "todo vale", y que cierta parte de una sociedad "enferma", cree que su actitud y su forma de entender la vida es la aceptable. Pues esta película es éxito de taquilla y comentada por muchos jóvenes "infantiles".

Es incomprensible que mientras se está luchando contra algunos hábitos que constituyen una verdadera lacra social, que nos mata a jóvenes y destroza familias, como es la droga, películas como ésta, filmadas por un afamado director que garantiza el taquillaje, rediman estos hábitos propiciando que se vean y se acepten como algo liviano, inocente, pueril y admisible.

El "aquí no pasa nada: ¡total! es una película y estas cosas van así" es la puerta de entrada al estado reaccionario más lamentable, al pasotismo punible, a la falta de valores, al conformismo y al más puro "borreguismo". Lo peor es que después, nos alarmamos y violentamos ante el salto a la vida real de aquello que hemos creído que se quedaría encapsulado en la pantalla.

Y pongo este ejemplo por ser reciente y porque supone el escaparate de lo que nuestra sociedad ríe y relativiza pensando que se queda ahí, atrapado en la pantalla. Y no es así, los jóvenes lo viven como una muestra de lo posible y de lo ideal.

En esta película se produce una violación. En este caso es una chica la que aprovecha la situación de inconsciencia de un chico y abusa de él. Lo curioso es que nuestra sociedad considera este hecho morboso, atrevido, excitante, incluso divertido. Sobre esta escena no he leído ni oído ninguna crítica pero ahí está servida la relatividad moral.

En una época en la que buscamos definir los valores que nos motiven, que nos permitan SER, este tipo de películas y otras muchas, así como los juegos de consolas que divierten a los niños a base de matar, es como fabricar armas para luchar por la PAZ

Lo peor de todas estas circunstancias que hoy nos abofetean en Menorca, es que ninguno de los cientos de jóvenes que vieron el video, fuesen conscientes de que estaban ante un hecho grave y que tenían que denunciarlo. TODOS deberíamos hoy sentirnos culpables de lo ocurrido, porque todos lo somos por nuestra dejadez y negligencia ante la educación ética y en sus valores.