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Cuando una se halla fuera de su patria o ciudad de origen hay que ver lo que se emociona al hallar algo que le recuerde a su país o su ciudad. Tengo en mi recuerdo lo maravilloso que sonaba el himno de España cuando era escuchado en el extranjero o como simplemente el oír cantar la canción de "Que viva España" levantaba el ánimo y disipaba la morriña que después de largo tiempo se sentía por la lejanía en la distancia y el tiempo de mi querida Patria.

Algo parecido me ha pasado esa Semana Santa última que he estado en Cartagena. Cartagena, una ciudad que ha cambiado muchísimo desde la primera vez que la visité hace unos 9 o 10 años y se ha convertido en una ciudad con un centro histórico muy recuperado y de gran belleza; por lo que he podido comprobar su consistorio tiene muy claro lo que quiere hacer de su ciudad como ciudad turística y da gozo el ver lo bien que lo tienen organizado. La ciudad ofrece numerosas posibilidades para contemplar el rico patrimonio, mientras se da un agradable paseo. Las terrazas de su puerto a pesar de ofrecer la posibilidad de picar, almorzar o cenar mirando los veleros de la dársena deportiva del puerto, no han sabido tener el empuje que otras ciudades mediterráneas tienen, y según me comentan los amigos y familiares de allí, la gente prefiere las terrazas de los bares del centro.

Pero la alegría a que me refería al principio viene motivada por haber encontrado dos nombres mahoneses que tienen una participación muy especial en la Semana Santa cartagenera: la calle Mahón donde se halla uno de los almacenes municipales donde se guardan los tronos (lo que aquí llamamos pasos) y la iglesia de Santa María de Gracia de tan bello nombre para nosotros por ser la querida advocación de nuestra patrona. Es la iglesia católica situada en el centro de Cartagena de donde salen y a donde se retiran cada una de las procesiones principales de la Semana Santa. Durante esos días está exenta de culto y en sus capillas laterales se van colocando los diferente pasos que saldrán en las procesiones. El Miércoles y Viernes Santo se visitan los pasos antes de las procesiones y hay que ver la cantidad de adornos florales y luces que preparan para la salida de la noche. Curioso el detalle del adorno que llevará el paso de la Santa Cena: pescado fresco, cordero, pan, fruta, etc. que al acabar la procesión serán donados a centros benéficos.
La Semana Santa para los cartaginenses es una muestra de la expresión de fe en la calle donde el fervor, la música, las flores y el orden forman un todo con el mundo castrense al que tan vinculado se mantiene el pueblo de Cartagena y es contemplado por familias que ven en unión las distintas procesiones. Es curioso encontrar a procesionistas andando por la calle vistiendo túnicas de uno u otro color mientras está saliendo la procesión aprovechando que su agrupación va a salir de las últimas y les da tiempo a parase en cualquier esquina y saludar a amigos que no se ven desde el año anterior y que vuelven desde sus lugares de residencia a compartir el gozo de su reencuentro.

Los nazarenos en Cartagena van con la cara descubierta, llevan la vara rematada en una cruz y lo que para nosotros son los "carapuchos" ellos les llaman capirotes y son los hermanos que desfilan dentro de un tercio, delante de la imagen titular de su agrupación. Varias agrupaciones forman una cofradía. Cada trono o paso lleva su banda de música. A destacar que el coste de las flores, música y otros gastos son costeados íntegramente por los pertenecientes a cada agrupación ya que no reciben subvención del Ayuntamiento. El ser porteador de los tronos es muy solicitado y cada uno de los que portará el trono paga unos 60 euros que se destinan al pago de los gastos. El costalero es el mismo desde que empieza hasta que termina la procesión.

Es curiosa la infraestructura que se monta para ver el paso de las procesiones. A lo largo del recorrido se puede alquilar una de las muchas sillas que una empresa obtiene en la subasta que previamente ha hecho el Ayuntamiento. Se colocan cada día por la mañana, dejando un espacio libre para que se pueda entrar en las puertas de las casas y su precio oscila entre 7,50 y 10 euros según el lugar menos o más privilegiado. Una vez acabado la procesión son retiradas y apiladas (son sillas de plástico apilables). También puede verse reservando una mesa en uno de los bares donde pasará la procesión ya que todos tienen su terraza en la calle pues el clima de Cartagena invita a estar sentado por la noche tomando un refresco al aire libre. La mesa y cuatro sillas cuestan entre 40 o 55 euros según el día, siendo la más cara el miércoles que es el día de la magna procesión del Santísimo Cristo del Prendimiento. En principio nos parece un precio muy elevado, pero me comentan que una vez sentados en las mesas , es costumbre respetar el paso de la procesión y no se cruza la calle de un lado a otro respetando el orden y la religiosidad de los cortejos; la procesión dura unas tres horas.