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Menorca tiene lazos estrechos con Inglaterra. No solo por las tres dominaciones, que dejaron una huella profunda, sino por la dependencia de nuestra economía del turismo procedente de ese país. Siempre se ha valorado de una forma crítica el tipo de turismo que representa, en el segmento medio-bajo, y la excesiva concentración. Sin embargo, la realidad es que este año, el incremento de un 10 por ciento del turismo británico, en buena parte gracias a la apertura de nuevas rutas aéreas, va a permitir salvar la temporada, en opinión de quienes más conocen las previsiones del sector. Ante la previsible caída del mercado nacional y del italiano, sin previsiones de crecimiento del alemán, y con una apertura, moderada, del ruso, el número de ingleses que va a pasar unos días en Menorca permitirá unos buenos datos de ocupación. La rentabilidad es otra cosa, puesto que el esfuerzo en precios es considerable. Además, el gasto turístico puede resentirse. Necesitamos una buena temporada después del invierno más duro. Los pronósticos no son negativos, sin embargo el diagnóstico sobre nuestro estado debe ser un incentivo para mejorar. Seguimos sin definir nuestro producto turístico, a pesar de que, como dice Manuel Butler, tenemos excelente materia prima.