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Acostumbro, como te pasa a ti amigo lector, a deleitarme los domingos por la mañana con los artículos que nos regala Arturo Pérez-Reverte en el suplemento de 'XL El Semanal'. Su dominio de las palabras, la propiedad con la que habla, la sencillez con la que transmite su mensaje o simplemente la pasmosa facilidad con la que acostumbra a enviar a fulanito a tomar por saco encandila, engancha y acabas resignado envidiando cada una de las sílabas que invierte. El escritor suele narrar historias edulcoradas narrativamente, pero que hablan del orgulloso tercio español, de esa España que se resistía a ser invadida por franceses o ingleses o a ser mangoneada por su alteza real de turno. Sí, de esa de la que ya no queda ni rastro.

Me pongo en la piel de Pérez-Reverte y me lo imagino abatido en la barra de un bar, brindando con el pasado y ahogando las penas porque de lo que él cuenta a lo que hay ahora, desgraciadamente hay un trecho y pico y catorce ediciones de Gran Hermano. De esa España orgullosa queda poco, se tiene que haber abusado mucho del vermut de media mañana para sacar pecho y defender la patria cuando somos el hazmerreír de Europa, el paraíso de la corrupción, el Real Madrid de los chorizos, el puñetero Bruce Springsteen de los parados. La última vez que oí algo bueno acerca de España fue cuando un camarero recitaba la carta de las tapas que tenían una pinta de escándalo.

Ahora, cada vez que nos chulean nos cabreamos pero sin movernos del sofá, maldiciendo a grito pelado hacia el televisor como culpándolo a él de la inoperancia de terceros, esperando una mínima respuesta que satisfaga alguna de las muchas preguntas que, en teoría, nos deberíamos hacer.

Porque ahora, la verdad, poco apetece salir a la calle a partirse la cara por según qué. Es más, estoy convencido de que si ahora nos invadieran con tintes históricos los británicos, por poner un ejemplo ya que andan enamorados de Benidorm y su todo incluido, los españoles disimularíamos mirando hacia otro lado mientras empaquetamos las maletas y desde la ventanilla del primer avión nos mofaríamos mientras les soltamos un corte de manga y les espetamos: "Ahora os la quedáis".

Pero menos mal que hoy es sábado y ya queda menos para la cita con el amigo Arturo.
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dgelabertpetrus@gmail.com