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Imagínese. En su balcón y, con un par de paneles de pladur, se monta un cerramiento por la patilla. A bajo coste gana una habitación bien chula, sin pedir permiso, ni autorización, ni por favor, ni nada de nada. Al cabo de unos días le visita un funcionario municipal, quien se encargue de ello, y le invita amablemente a revisar a la baja el habitáculo fabricado a costa de la legalidad vigente. Adjunta multilla. Usted le dice que bueno, que la cosa se puede discutir, porque lo que dice la norma, bueno, claro del todo no está. Que si la letra pequeña, que si la Constitución, que si el Tratado de Versalles, y la va liando. El funcionario, harto de sus rollos y con ganas de desayunar, le cita en urbanismo. Y usted se presenta allí, todo chulo, y le suelta al que está de turno que, vale, que se miran lo suyo, lo del pladur de "estrangis", pero que también tienen que revisar cuantas travesuras constructivas de baja intesidad, como la suya vamos, se hayan cometido en su barrio desde, pongamos, por decir un año, 2000, que fue cuando se casó y le hace ilusión la fecha. El funcionario hará varias cosas. La primera flipar. La segunda llamar a seguridad. Y la tercera cursar otra multa incrementada por el agravante de intento de tomadura de pelo y pérdida de tiempo. Pues si para el caso de un particular la cosa suena a chaladura, imagínese usted en la cosa pública. Que a uno le recriminan que para dar una licencia se ha saltado a la torera los informes técnicos, aquellos a cuyo carácter sacramental siempre apelan los alcaldes para eludir responsabilidades... Pues nos sale con la revisión de todo el archivo municipal desde el Mundial de Naranjito. La comisión de pesca ha sentado un pésimo precedente que, para ir bien, debería sufrir una inminente erradicación. Señores del PP, no se les ha votado para estos rancios jueguecitos partidistas.