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Pondrán plomo en las muñecas de los que quieran escribirle al poder que están hartos de sus abusos, podrán mordazas en la boca de los que se manifiestan públicamente para airear las miserias a las que nos someten, señalarán con el dedo a los que no sigan la senda marcada para desacreditarle entre sus iguales y condenarle a recibir no sólo los palos del poder sino la burla y el desprecio de los resignados.

Matarán la poesía para que no sea esa arma cargada de futuro. Inyectaran el miedo en las venas de los honrados para que sufran el abandono y sean condenados al silencio mientras agasajan al servil y al dócil con migajas de confort.

Tirarán de tópico, de frases huecas y bien sonantes, de lo políticamente correcto, para enmarañarlo todo, para enredarlo todo, para retorcerlo absolutamente todo. Cometerán los mayores crímenes con guantes de seda, perfectamente acicalados, oliendo a perfumes caros y exóticos, que nadie les diga que han perdido las formas, se puede hacer tanto daño de una manera tan elegante.

Fiaran todo a la imagen, achacaran las críticas a simples problemas de comunicación: "no hemos conectado con la gente porque no hemos sabido trasmitir el mensaje", reducen todo a un problema de marketing entre ellos y sus esclavos, entre ellos y ese mal necesario al que consideran pueblo soberano solo cada cuatro años. Se trata de vender un producto, por tóxico que sea, al mejor precio para conseguir la mayor rentabilidad para ellos, para sus amos los grandes mercados y para la casta de los poderosos que históricamente se niega a ceder bienestar al resto.

Y para rematar una jugada perversa que deja en pañales al mismísimo Maquiavelo nos harán creer que la culpa de todo es nuestra, por vagos, por holgazanes, por protestones, porque muchos ya defienden en las barras de los bares que cualquiera en su situación hubiera hecho lo mismo, que todos somos iguales en la miseria, que todos llevamos un corrupto dentro, que si no lo hacemos es porque hemos sido más tontos y no hemos sabido medrar lo suficiente, y se alcanza un paradoja grotesca : admiramos a los que saben robar sin que les pillen porque los consideramos los más listos de la clase, y el pobre ya no es pobre es sencillamente un perdedor.

Y le ponen la guinda al pastel dinamitando la Filosofía: "¿para qué sirve el espíritu crítico?, ¿dónde me lleva la reflexión? La Filosofía no produce bienes materiales de consumo luego es completamente inútil, invitemos a nuestros hijos a formarse para ser perfectos productores consumidores, el ciudadano ha muerto,¡ viva el zombi!

Pero una vez rendidos al dios dinero, queridos lectores, nos puede atormentar la pregunta que se hizo el filosofo humanista Erich Fromm: "si soy lo que tengo, y lo que tengo lo pierdo, entonces ¿Quién soy?". Les dejo reflexionando, disfrútenlo.