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Menorca tiene hoy dos problemas relevantes referidos a los conceptos de conexión. Uno es la dificultad de poder transportarnos la mayor parte del año de forma cómoda y económica y el otro son los síntomas crónicos de rechazo al mundo moderno, a la desconexión, que padece una parte de la sociedad menorquina. En tanto no se solucionen los dos será difícil que Menorca se recupere económicamente. Sin un cordón umbilical razonable y asequible con el resto del mundo es imposible progresar y sin un cambio de mentalidad doméstica tampoco.

Unos ejemplos. Debió ser a finales de los años ochenta cuando los responsables de Sebime de la época tuvimos que desplazarnos a París para solucionar una serie de asuntos que interesaban a nuestro sector. Salimos de Mahón a primera hora de la mañana y, ya en Barcelona, enlazamos con un vuelo que nos permitió plantarnos en el centro de la capital francesa poco antes de mediodía. Visitamos una pequeña feria en misión de estudio (por el interés que pudiera tener para los fabricantes de bisutería menorquines) y una hora y media más tarde, y después de tomamos un ligero ágape, nos trasladamos a la Oficina Comercial española situada en una travesía de los Campos Elíseos (de aquel viaje surgió la decisión de hacer presentaciones puntuales en el "Espace Pierre Cardin", situado en una esquina de la Concorde, a un paso de la Embajada Americana).

Acabada aquella entrevista de trabajo regresamos a Orly y llegamos a Barcelona sobre las 8 de la tarde con tiempo suficiente para enlazar con el último vuelo a Menorca. Total, un día completo: desayuno en Mahón, comida en París, tentempié en Barcelona y por la noche "home sweet home" (hogar, dulce hogar). Ahora, y durante la mayor parte del año, los fabricantes, esos héroes anónimos que mantienen el espíritu industrial menorquín, no pueden hacer algo parecido. Hemos retrocedido con respecto a hace un cuarto de siglo. Un problema gordo. Menorca necesita un AVE aéreo.

"Encore". Hace unos días escuché una tertulia en la que los amigos de la Fundación Illa del Rei comentaban su reciente viaje a Belle Île (Francia). Allí comprobaron como conservan los monumentos históricos. Varios de ellos han sido cedidos y convertidos en modernos hoteles con lo que se ha evitado que la administración consuma recursos para su mantenimiento. En aquella tertulia se daba por sentado que eso sería imposible en Menorca (nadie aceptaría un Hotel en La Mola, por ejemplo) porque estaba "en nuestros genes no permitir ese tipo de cosas" (¡!). Aquí no se pida a la Administración central que se desprenda de edificios en favor del sector privado para evitarse los gastos de su mantenimiento sino que o bien "se conlleva" su deterioro inevitable o bien se pretende que sean cedidos a las administraciones locales. Es decir se exige lo inaudito: que esas administraciones locales, ahogadas por deudas inmensas, se comprometan con más gastos de mantenimiento que directamente deberán deducirse de las partidas sociales. ¿Cuestión de genes?

Otro ejemplo. Hace un par de años la guapísima Paula Gili, una amiga directora de Hotel, ilustre profesional del turismo, me comentó que había tenido la ocasión de visitar una playa virgen en Ibiza donde existía un chiringuito de lujo. El acceso era incómodo pero una vez allí, en un ambiente natural, se disponía de un Beach-club de alto standing donde, atestiguaba, el champán corría a razón de 500/1.000 euros la botella de Moêt, Mumm, Veuve Clicquot, Taittinger, etc. Turismo de lujo sin duda. ¿Y aquí? Pues en Menorca se defiende apasionadamente prohibir la instalación de un simple merendero desmontable en Cala Mitjana. Es la "Menorcan way of life" (el sistema de vida menorquín). Aquí las razones de unos pocos siempre se imponen a la conveniencia de todos. ¿Cuestión de genes?

Menorca es la tierra de la prohibición. (Chicago años 20: prohibido el alcohol / Menorca actual: prohibido el desarrollo). La conocida política del "no a todo" ha hecho estragos en nuestra isla. Ha carcomido la iniciativa y la ilusión de muchos. Pero ¿es eso culpa exclusiva de los partidos carcas contrarios a cualquier obra o mejora general? No, Padre. Lo es de ese sector de votantes que, inconscientes del daño que podían causar a la economía menorquina, votaron "prohibición". Responsabilidad compartida. ¿Cuestión de genes?

Nota: A pesar de las trabas habidas más de un tercio de padres menorquines han solicitado ya educación en castellano para sus hijos. Me aseguran que el próximo año se centralizarán todas las matrículas para impedir las presiones de los irreductibles nacionalistas. Libertad, libertad, sin ira libertad.