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D omingo 2 de junio. Aeropuerto de Menorca, el vuelo a Palma de Mallorca tiene previsto un retraso de 1,55 horas. Mal empezamos las vacaciones. El hecho no tendría más importancia si el desajuste horario no me hiciera perder el vuelo con otra compañía para llegar a mi destino final. Me pongo manos a la obra para buscar una solución. 1- Que se me devuelva el dinero. 2- Que se me canjee por un vuelo a Madrid, asumiendo yo la diferencia. Ninguna de las dos opciones sirvió a las amables empleadas de Iberia, que en cambio me ofrecieron la posibilidad de comprar un billete nuevo a la capital por 200 euros. Pocas más opciones me quedaban si quería salir de la Isla, así que me tocó rascarme el bolsillo y cambiar de ruta, no sin antes poner una reclamación por los perjuicios del retraso. Así que viajo a Madrid, donde tuve que hacer noche y al día siguiente aflojar otros 50 euros a la Renfe para llegar a mi destino final.

Bueno, al final solo me ha costado dinero, me digo, vamos a disfrutar ahora de las vacaciones. Pero no tan rápido. A mitad de semana, abro el correo y me comunican que me mi vuelo de vuelta con Iberia ha sido cancelado. Bueno, hay cosas peores, pienso, pero cuando me pongo en contacto con la compañía se me informa de que tal y como se recoge en el contrato si no utilizas la ida, pierdes la vuelta. Me invitan a comprar otro billete. Se me agotan la paciencia y los buenos modales. Buceo en Google y descubro que esa práctica es ilegal y abusiva según el juzgado Mercantil de Madrid. Por ahí sí que no paso. Ayer me escriben desde Iberia pidiéndome las facturas de las consumiciones en el aeropuerto, dicen que el café de espera lo pagan ellos. Qué detalle.