Luis Casals Saurina , con sus tres hijos varones. Pepe, Juan y Luis - Archivo

TW
0

La apertura de la tienda Casals, fue un acierto. Su propietario Luis Casals Thomás había heredado de su padre actitudes óptimas de buen comerciante, poniéndolas en práctica gracias a su tío abuelo Sebastián Palliser, que tan orgulloso se sentía del hijo de su prima hermana. Vivir en la misma casa hacía que la proximidad fuese mayor y la comunicación extrema. Ante cualquier problema que surgiese es conco Sebastià le aconsejaba. Las prioridades debían ser, el orden con el género y la contabilidad, las buenas maneras, y cómo ejecutar las compras. Algunas tiendas de tejidos de nuestra ciudad, tras obtener una clientela, se habían relajado tanto que en aquellos momentos en nuestro Mahón estaban triunfando los dos únicos comercios dirigidos por dos mujeres, Marisa en la cuesta de la Plaza con Plaza Colón y Alejandra de la calle Bastión, con la plaza del mismo nombre. Lo que en aquellos momentos Luis Casals no podía imaginar era que, con el tiempo, su futura esposa, Angelita Pedreño, sería la tercera mujer dedicada al mismo ramo, obteniendo los mismos logros que las dos anteriores.

El triunfo de aquellos negocios estribaba en que disponían de toda clase de géneros, no se conocía el 'pret a porter' y por lo general el conocimiento de saber coser se transmitía de abuelas y madres enseñando a sus hijas las que podrían llamarse técnicas de la costura. Las había que la elegían como su profesión, capacitándose en el oficio.

Nuestra ciudad contaba con muchas modistas, las cuales he citado en infinidad de ocasiones. Las grandes maestras de fama reconocida, atendían a las señoras y mujeres de alto rango. Otras, también muy buenas, destacadas pero que por lo que fuera, vestían a la clase media, sin ello significar que podrían llegar a ser tan competitivas como las primeras. Después, se encontraban las que en el manejo de las tijeras, o en el momento de coger aguja y dedal, no disponían de la destreza que se precisaba, pero no por ello les faltaba trabajo. Sus precios, hacían que no les faltase. No puedo dejar de citar las que cosían por las casas, de estas n'hi havia un mal que fer.

Gracias al mundo de la costura, estas tiendas vivían muy bien. Siendo visitadas por las futuras clientas, primero pidiendo que se les enseñase las telas, interesándose por el precio y por último se les entregaba una talladura, que venia a ser un trocito de aquella ropa, que en un principio te daba la sensación que t'agradava. Debo añadir que ir recogiendo talladures de los distintos comercios era un galimatías, a la salida de cada una de ella era preciso ir decantándolas con el nombre de sa botiga y el precio bien anotado, de lo contrario cuando llegabas a tu casa, confundías la de casa Fortuny, con la de Casals, o de casa Marcos.

Otro benefactor en beneficio de aquellos botiguers se encontraba en el interés demostrado por las jóvenes en aprender corte y confección, de ahí que en sus ratos libres pudieran llegar a coser su ropa, lo que significaba un gran ahorro. Todo ello repercutía en beneficio del jovencísimo Luis Casals, siempre tan exigente y tan cuidador, procuraba comprar las telas variadas decantándose por los llamados cortes. Al despachar un tejido a sabiendas de acudir a una fiesta o boda, solía preguntar "on l'has de dur? evitando de esta manera que fuera a coincidir con otra invitada, detalle que se agradecía, ya que la isla es pequeña, siendo muy fácil coincidir con otras mujeres luciendo la misma tela, lo único que cambiaba era el modelo.

Lo escribí el primer día que dediqué a Angelita Pedreño, que llegó a este mundo entre canastillas de hilos, agujas y dedal, recortes de tela y hasta es posible que aprendiera a coser y bordar antes que a andar y hablar. Su madre, doña Soledad, debió enseñarle rápido, tanto que a principios de los años cuarenta, hizo gratuitamente el traje de vellut sifon que era la tela mas preciada, la más cara y a la vez más lujosa en color negro a la Virgen de la Soledad y sus enaguas. Su madre y hermanas, hacían lo propio con la capa, mientras Marisa la obsequiaba con una joya, para ella muy querida.

A veces he llegado a pensar, que Angelita y Luis Casals, se debieron conocer en Santa María, donde el joven empresario era asiduo del lugar, cofrade de la Soledad, incluso fue hermano mayor, y uno de los personajes más protectores de la cofradía.

Volviendo al tema de la emblematica tienda de la calle Nueva, debo añadir que en los años ochenta del pasado siglo, con motivo de hacer una entrevista a Eufemia Arbos, afamada modista muy reconocida, de una gran exquisitez, me hizo saber que en su época como profesional, cuando la isla carecía de una buena comunicación, principalmente en invierno se llegaba a pasar más de una semana sin poder llegar o salir los buques correo, motivo por el cual los comerciantes s'ho passaven malament. En su taller de costura disponía de varios muestrarios y era precisamente en épocas tan relevantes como la llegada de las patronas de artillería, infantería o Navidad que por mor del mal tiempo, no disponía de la tela en que debía realizar algún encargo de una o mas clientas, lo que la llevaba a visitar a Luis Casals, sabedora que aquel siempre disponía del tejido que la faria quedar bé, davant sa seva clienta.

Luis Casals, constantemente salía de la Isla visitando las más prestigiosas fábricas de tejidos, en busca de los mejores géneros. Otro de los detalles que no puedo ni quiero obviar, referente a la llegada de la temporada, es que no se conformaba con montar el escaparate tal cual hacían los del gremio para ser visitados sus mostradores los fines de semana. Debido a la buena amistad que le unía con el señor Quintana y su esposa propietarios de la Pensión Central de la Ravaleta, Luis aprovechaba un amplio espacio de la planta baja donde montaba a su gusto y manera una amplia exposición, llegando a ser un éxito total, mientras la visitaban ya le hacían anotar el pedido.

Hubo otras exposiciones en el Mesón, punto de encuentro, de sa 'gent guapa', ambientado con música y profusión de flores. Era un detallista.

Si mal no recuerdo, y en todo caso pido disculpas a los más enterados, los tejidos más representativos en aquellos años fueron : Acetato, alpaca, angora o mohair, cachemira, chiffon o tul, gasa de seda, crepé, damasco, organdí, paño, pelo de camello, polar, popelina, satín, dril, franela, gabardina, gasa, georgette, inora, lona, mezclilla dril de algodón, rayón, satén, seda natural, tafetán, terciopelo o velvet, tweed, vellon, velur.
Más tarde llegaría el nylon, la fibra, el tergal y otros. Me imagino que no debería ser fácil reconocerlas y diferenciarlas si no se tenía experiencia. Lo importante es reconocer los grupos básicos, como: algodones, linos, sedas y lanas, entre otras.

En aquellas fechas se había incorporado otro joven aprendiz, Celestino Ballester, que al igual que Nito, trabajó en la casa hasta su disolución.

El matrimonio Casals Pedreño fueron padres de dos hijos. Jerónima 3-4-1952 y Lorenzo 21-6-1956. A las pocas semanas de nacer, recién bautizados, fueron presentados a la virgen de Gracia, donde se habían casado y sus hijos recibieron la primera comunión. La religiosidad siempre fue un fuerte lazo de unión, entre aquel matrimonio ejemplar de grato recuerdo.

–––
margarita.caules@gmail.com