Ciutadella 24 de junio 1958, el fotógrafo Hernando inmortalizó frente a la Catedral a este grupo de siete jóvenes deseosas de acudir al Borne. Encabezada a la izquierda por Janette, la número cuatro es Sita, Magdalena, esta servidora ¿? Y sintiéndolo mucho no recuerdo al niño, ni si el joven de detrás era un sígueme pollo de alguna de ellas (archivo Margarita Caules)

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Tal cual un ritual, o como dice el fielatero, un protocolo establecido que habremos de escribir para no saltarnos en lo sucesivo "ni una retxa". Todos los años una vez la 'tanca' en orden de las inclemencias padecidas durante el largo otoño e invierno, se limpian los 'ullastres' de ramas secas, se sacuden las hojas de salón, es "paraiguets que són més grossos que jo" y se monta la mesa, la misma de cada año, la que tanto ha ido escuchando a través de los años. Junto a ella se ha explicado de familias queridas, de sufrimientos y alegrías. Mentiras, muchas mentiras se habrán dicho en torno a la misma. Personas en las que creímos y nos decepcionaron tanto "i és que sa llengo és un instrument, que diu lo que vol". Con la particularidad de que, de interesarle, vuelve atrás como si tal cosa, sin importarle condición ni religión.

A partir del 21 de junio, se irán sucediendo, familiares, amigos y conocidos. Tan pronto recojamos los primeros tomates y pimientos del huerto se hará el primer 'oliaigo'. Con la llegada de los frutos de las higueras se servirá con los sabrosos higos, a continuación vendrán los peroles al horno de berenjenas. Actualmente, todo el año se pueden cocer pero no tienen nada que ver con las nuestras, siempre más sabrosas. Le seguirán otras cazuelas cocidas al calor del horno de leña; peroles de chuletas o calamares rellenos, o algún pescado de considerable peso con sus patatas, y tomates regados con suficiente pan rallado ajo y perejil, y el aceite, este oro maravilloso que tuve la suerte de probar en Ca na Xini de Ferreries. Gracias Minita, gracias Lluís.

Nada de nuevo lo de cenar a la fresca, nuestros mayores lo hacían en el patio de sus casas, ya lo escribí, pero volveré a ello. La tradición solía ser la noche de San Cristóbal, diez de julio, conocida por 'san caragolí'. Auténtico ritual de las amas de casa que por aquellas fechas ya tenían "sa desada feta", finalizaban por el sótano, patio o huerto, en aquel Mahón eran muchas las casas de planta baja que disponían de tan maravilloso espacio o ambas cosas a la vez.

Nos sorprende la mentalidad del hombre. Se tuvieron que tirar a tierra las casas bajas, las de toda la vida, subiendo pisos y pasar a vivir a esta especie de jaulas humanas, para valorar el significado de un pedacito de tierra en donde plantar las verduras de la temporada, donde disponer de un gallinero y, por supuesto, donde ver crecer las tulipas o las malvas, las margaritas, las rosas o las clavellinas. Y uno o varios árboles que nos den sombra en los días de fuerte calor, con su "engronxador", recordando aquel en que tanto nos divertimos de pequeñas, mientras íbamos y veníamos repitiendo "un poc més amunt".

De esta manera se producían las cenas a la fresca, no era preciso disponer de mucho, a lo sumo reunirse algunos vecinos aportando cada cual lo que tenía preparado, finalizando con los consabidos cantares, mientras alguno rasgaba la guitarra, 'es padrí' hacía lo propio con la bandurria, mientras alguien con dos pequeños trozos de madera cortados por un igual, de unos siete centímetros de largo por unos tres de ancho, los hacía cantar a ritmo de castañuelas. Algo que no he visto hace tiempo y, a decir verdad, tan solo lo vi a uno de mis primos mayores, en Tiago María Caules, persona peculiar, en su juventud trabajó en el campo y de mayor en la harinera de La Minerva del señor Paco Bosch, pasando de guardeses junto a su esposa, na Clareta, del colegio Virgen de Gracia. Ambos, "al cel sien", después de una época en Alemania donde pasaron las de Caín, recompensados por algunas ganancias que aquí jamás hubieran alcanzado.

Mientras iba quitando la mesa, introduciendo platos, copas, vasos en el lavavajillas, salían de mi cabeza situaciones imborrables, disponiendo una larga mesa frente a casa Gori con los vecinos tan queridos, Benito Pons Sintes y su esposa Cristina Cama, natural de Barbastro. Era una gozada, no pasaban coches y no era Salvador Botella quien lo había prohibido, el parque automovilístico se movía poco. De haber sido por la mañana o la tarde, la cosa hubiera sido diferente, algún camión o carro de reparto.

Benito y Cristina, junto a su pequeño hijo José Mari, formaban una familia muy querida por todos. Benito, natural de Sant Lluís, supo lo que representaba el trabajo duro desde muy pequeño, trabajó de 'missatge' en Santa Magdalena, finca desaparecida del mapa agrícola.

Solía explicar vivencias a veces semejantes a lo irreal, pero por todos es bien sabido que a los niños se les machacaba y pocas contemplaciones se tenía. Debió ser por ello que Benito se hizo a sí mismo, fue autodidacta, fundó un taller de bisutería, escribió una novela, montando la primera tienda de deportes que los de mi edad hemos conocido, si bien en los Efectos Militares se disponía de pantalones, camisetas, calcetines, balones y zapatillas deportivas. Sintes lo hizo en exclusiva, para ello no dudó en sacrificar la entrada de su casa la número 32 de la calle de Santa Catalina de esta ciudad, colgando en sus paredes vitrinas donde mostraba aquel moderno material . Era muy manitas, y en su cabeza siempre bullían nuevas ideas.

Y que decir de su mujer Cristina, siempre a su lado, apoyándolo, primero colocando símils, pintando escudos, cargando minúsculas piezas sobre ladrillos refractarios que más tarde Benito, diestro con el soplete, activado por la mancha y el carburo que tanto apestaba, iba soldando. Una vez confeccionado el muestrario salía de viaje, recorriendo las ciudades más prósperas de la Península, intentando hacer buenos pedidos.

Aquel chico de Sant Lluís apenas había ido a la escuela y sin embargo era un comercial innato, auténtico relaciones públicas, alguien dijo de él, a la salida de su misa funeral: "En Benito era únic".

Continuamos sentadas en la mesa, hablando de hombres importantes. Fue Preaxèdies la que nos hizo saber que en junio de 1722 falleció el duque de Marlborougt, famoso estadista británico, jefe de la gran coalición europea en la no menos famosa Guerra de Sucesión española. Es posible que muchos ignoren que aquel militar fuera el famoso Mambrú, el mismo que se cita en las canciones infantiles.

Pareece ser que la canción debió ser compuesta finalizada la batalla de Malplasquet (1709), sobre la cual leí con entusiasmo este pasado invierno. Guerra que enfrentó a la Gran Bretaña y a Francia, durante la contienda de Sucesión española. A pesar de su derrota en el ejército francés se creyó muerto en una de aquellas batallas a uno de sus grandes enemigos, John Churchill, duque de Marlborough, personaje a quien va dedicada en tono y letra burlesca. Popularizada en los palacios franceses en tiempos de Luís XVI.

Se comenta que fue una de las nodrizas quien solía cantarle al Delfín, agradando tanto a los reyes que muy pronto se difundió en Versalles y de allí a todo el reino.

En España se debe su popularidad gracias a los Borbones que no sabían pronunciar lo de Marlborough, acortándole el linaje quedando en Mambrú.

Finalizamos la cena de este viernes, hablando de pasadas y añoradas fiestas de San Juan, entre ellas la de 1958 que como siempre las gozaba junto a un grupo de muchachas que lamentablemente no recuerdo sus nombres o tal vez me da reparo confundirlas. Mi amiga del alma era Sita, vecina de mis abuelos en República Argentina, su hermana mayor Janet era encantadora " i s'àvia Sita també".
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margarita.caules@gmail.com