Estos años maravillosos con dulce Pontes

Abril de 1994. Era un sábado a la 1 de la madrugada y finalizaba 'Discópolis', un programa de world music en Radio Nacional-Radio 3. Una avalancha de sonido de sintetizadores y sobre todo una voz magnética femenina despedía la sesión de fin de semana. ¿Brasileña? No, no tiene acento y la canción es muy épica. El presentador José Miguel López despidió la noche con esta música, pero se guardó la carta debajo de la manga. Sonaba el tema, pero no dijo nada sobre él. Me quedé intrigado, aunque barruntaba la idea de una cantante portuguesa. ¿Quién sería? A la semana siguiente se desveló el enigma en 'Discópolis': Dulce Pontes, una joven muchacha que en 1991 había participado en Eurovisión, pero que había cambiado el chip. Hija de Amália Rodrígues y de Zeca Afonso, prima del folclore árabe y búlgaro. 'Cançao do mar' se covertiría en mi banda sonora durante años, y el álbum 'Lágrimas', en el que abría majestuosa la canción de mis sueños, sería mi objetivo. En España el disco no estaba distribuido, así que indagué hasta que contacté con el sello Arpa Folk de Madrid. Iban a lanzar 'Lágrimas' en el otoño de ese mismo año, pero me enviaron uno de importación del sello portugués Movieplay a mi casa. Me llamó mucho la atención la portada: una foto de medio cuerpo con una melena ensortijada, un traje oscuro como de época, y su medallón que siempre la ha acompañado en todos su años de carrera.

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Febrero de 1996. Mi nuevo ídolo venía a Santander, mi ciudad. En aquella visita me decanté más por mi vertiente profesional como periodista. Recuerdo que pocos días antes del concierto en el Palacio de Festivales le hice una entrevista por teléfono para el periódico. Syntorama, su promotora, me facilitó el teléfono de un hotel en Salamanca donde actuaba ese día. No estaba. Ummm. Cometió un error. Syntorama me dio su teléfono móvil. No me despegaría de ella meses después. Por fin, hablé con ella mientras tomaba un café en una terraza. Me pareció una persona simpática y sobre todo cercana. Al término del concierto en Santander entré en su camerino para saludarla. Recuerdo unas palabras mías, creo que resuenan todavía entre aquellas paredes: "Si no me emocionas tú en un escenario, ¿quién me va a emocionar?". El destino se había puesto de mi parte: aquello era el preámbulo de una amistad.

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Octubre de 1997. Ya habíamos entablado meses atrás una complicidad telefónica. Venía por segunda vez a Santander y la noche anterior al concierto dimos un paseo por El Sardinero y terminamos cenando en el Hotel Hoyuela, donde se había hospedado junto a sus músicos y equipo técnico. Fue una conversación muy sincera a rostro descubierto. Creo que ya la conocí mejor. Apareció Guilherme Inês, su productor de aquella época. Ella se marchó a la habitación del hotel a dormir y Guilherme y yo tomamos un café antes de despedirnos. Al término del concierto entré en el camerino como en mi casa y charlamos de muchas cosas, del llenazo del auditorio.

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Agosto de 1999. Dulce me llama desde el aeropuerto de Lisboa: "Soy libre". Acababa de acordar la rescisión de su contrato con Movieplay Portugal. Ya tenía vía libre para firmar con Universal y publicar su disco 'O primeiro canto', su mejor disco para mí. En octubre nos vimos en Burgos, donde tenía un concierto con notables cambios conceptuales en su música. Emotivo encuentro en el hotel situado frente a la catedral, paseo por la parte antigua de la ciudad, hasta que llegamos al teatro. Por allí estaba Kepa Junkera.

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Julio de 2013. Han pasado muchos años, ya peinamos algunas canas, y la amistad está más fortalecida que nunca: siempre puedo contar con ella y ella conmigo. Hace poco me hizo feliz, muy feliz, musicalizando un poema de mi libro 'Observatorio desde el exilio' para convertirlo en canción. Se titula 'No te vayas' y creo que la escucharéis en Mahón. Espero que todos estos maravillosos años solo sean la puerta de una amistad eterna.