Sant Lluís 1966. Escaparate de la sucursal Fortuny en aquel pueblo, que obtuvo el primer premio (realizado por Nito Camps)

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Se ha pasado del trato personalizado, de atender a la clientela sentada frente el mostrador mientras se le iban mostrando los diferentes géneros o el producto por el cual había acudido al establecimiento. Era lo que se llevaba, atender al posible comprador, intentando ayudarle a elegir a la vez que orientarle; al contrario de lo que pasa en la actualidad en que se entra y sale del establecimiento, siguiendo el refrán como perro por su casa, lo que conlleva a que en muchas ocasiones el que podría haber sido comprador salga amb ses mans dins ses butxaques, sin haber hecho gasto alguno. A pesar de las nuevas técnicas de ventas soy del parecer que una de ellas, tal vez anticuada para algunos, no caducara jamás. Siempre se agradece el trato que se recibe, al entrar a una botiga que te saluden a la vez que te ofrezcan si deseas algo especial. Todo un detalle.

Ésta era la clave de nuestros mayores, continuando en ello mi interlocutor, Alberto Fortuny Previ, que lo ha inculcado a lo largo de sus años al frente de su tienda a cuantos empleados han pasado por la casa. Siempre preocupado por atender, dando un servicio personalizado.

Las cosas han ido cambiando, lógico. No tan solo el trato con el público, también nuestra ciudad, algo que he ido repitiendo a lo largo de estas cuatro semanas en que he intentado recordar la tienda Fortuny. Mahón, aquel pueblo rico en industrias, que los de mi edad vivimos, aquella ciudad que iba desde la plaza Explanada a la esquina formada por Es Camí des Castell con San Manuel, lo que ahora viene a llamarse casco antiguo.

A partir de Vasallo o carretera de Sant Climent, la de Ciutadella, Dalt sa Raval, Anselmo Clavé con Sant Lluís, se ha transformado en el nuevo Mahón, formándose nuevos núcleos urbanos con sus pisos, comercios, etc. Ampliaciones efectuadas en las antiguas norias, donde se nota algo de vida, ya que el centro es ben mort.

Lo dije y diré mil veces más, la culpa de ello ha sido la poca o nula planificación de las autoridades que al darse cuenta que la ciudad iba creciendo els va fugir de ses mans, no supieron planificarla, dando permisos para la apertura de entidades bancarias que han fet més nosa que companyia. Éstas no producen supervivencia, cerrando las oficinas a las tres de la tarde y san se acabó; mientras que de haber sido bares, restaurantes, tiendas hubieran dado ambiente a la ciudad. Equivocadamente ahora se pretende montar noches del martes, cuando la gente no gasta ni un duro, al no disponer ni per fer cantar un sego. Los sufridos comerciantes permanecen hasta las diez, cerrando aburridos al no entrar nadie. Los que sí puede que despachen algo son los bares, aunque todos hemos visto a familias que se pasean con su bolsa especial, la que usan para la compra de congelados, que para ir de paseo les hace de bar portátil, llevando cervezas o gaseosas a baja temperatura, se sientan en un banco y bona nit, Catalina, bo feim.

Pido disculpas a mi amigo Berto por aprovechar su espacio hablando de Casa Fortuny, pero me duele en el alma ver como una calle tan importante como siempre fue la del Castillo, entre unos y otros, me refiero a los políticos, se la han cargado, permitiendo que un espacio como es el Polígono Industrial se haya convertido en comercial, algo impensable a la vez que inaudito. La llave estaba en sus manos, tan solo el Ayuntamiento y el Consell hubieran podido remediarlo.

Pero como ya no hay remedio, me conformaré en recordar tiempos pasados, cuando se gozaba de trabajo, la rueda industrial giraba a totes. Pocos eran los que disponían de coche, usando el de línea, es cotxo de punt, ofreciendo un buen servicio a un justo precio. De esta manera se desplazaban a nuestra ciudad adquiriendo cuanto precisaban para vestir de manera diferente y no coincidir con la ropa expedida en su pueblo.

En aquellos momentos uno de los dependientes de Fortuny, José Cardona Maeso, hijo de Las Medias, cortejaba a una joven de Alaior, Juana, vivía frente a la iglesia de Santa Eulalia, puesto muy céntrico y concurrido, lo que motivó abrir una sucursal, siendo un éxito. Venía a ser como una especie de depósito, de ropa de señora, caballero, niño, y ropa de casa. Era 1960, la gente iba muy arreglada de cap a peus, con la particularidad que de no disponer de la pieza deseada, Domingo, el recadero del correo de Trasportes Menorca, pasaba por casa Fortuny con el pedido pertinente, y todo solucionado. Resultaba un buen remedio, los coches eran escasos y no se hacía el trayecto para ir de compras más que en contadas ocasiones.

Lo mismo se llevó a cabo en el vecino pueblo de San Luís, en la calle de Allemand, donde vivía Niní Pons Goñalons, la que sería la esposa de Berto, haciéndose cargo de la recién inaugurada tienda, muy bien recibida por sus coetáneos por la facilidad que representaba el poder ir de compras sin moverse del pueblo. Niní, mujer jovial, a la cual le encantaba el mundo de la moda, amable y cercana, ayudaba a la clientela en cuanto podía, siempre dando facilidades; manteniéndose el método de pagar a plazos con entregas semanales y con los populares fondos.

Uno de los detalles que no puedo eludir es el referente a los escaparates. De siempre, de toda la vida, es mostradors de ca'n Fortuny fueron especiales. El fundador demostró disponer de muy buen gusto y su hijo Berto también. Al intentar entrar en la hemeroteca familiar, me encontré gratamente sorprendida con infinidad de premios, primeros, segundos, menciones de honor, etc.

Al preguntarle por los mismos, Berto recordó el primer año que se celebró en Sant Lluís el concurso de escaparates, obtuvieron el primer premio. La idea la concibió la joven pareja, nada mejor que montar un molino en honor a la población, vistiendo la maniquí del mostrador a la antigua usanza con su rueca y sus alpargatas de esparto.

Debido a lo laborioso que representaba aquel trabajo, como otras veces había hecho, nos ayudó Nito Camps, al cel sia, auténtico colaborador, no se apuraba por nada, siempre encontraba una salida para todo. Pintor excelente. Jamás olvidaré, sus diseños y sus dibujos en el momento de confeccionar el montaje de las pasarelas en los desfiles de moda, un artista de dalt de tot.

Hubo otra sucursal en la Isla gracias a Fortuny. Fue en Mercadal. Llegaron a un acuerdo con uno de sus sastres más destacados, todos le llamaban "en Pepe es sastre", donde los caballeros del pueblo encontraban confeccionado cuanto precisaban, sin tener que esperar las largas listas que tenía Pepe. Ca'n Fortuny se había hecho con marcas, por supuesto españolas, muy importantes; de entre ellas destacaría, los trajes a medida, americanas y pantalones FEYCU, fabricados en Valencia. Las gabardinas y abrigos Forcada, sin olvidar la sección de punto Divissa, Dux, Nerva, Torras, Tricpunt. Involuntariamente dejaba de citar las camisas de la firma Divissa, Puente y Campote, que después de lavadas con un toque de plancha su tejido quedaba como nuevo, y así podría continuar con una larga lista de proveedores de merecida fama.

Pasó el ineludible girar de los años y en enero de 1978 fallecía el fundador de lo que llego a ser un imperio, Ca'n Fortuny. Si bien en los últimos tiempos era su hijo el que llevaba el negocio, lo cual enorgullecía al padre al comprobar su valía y don de gentes.
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margarita.caules@gmail.com