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El pasado viernes cené en casa de unos queridos amigos con un nieto de Fernando Rubió (de la rama mexicana). Conocí personalmente a "Dony Fernando" a principios de los noventa, unos años antes de su fallecimiento en 1994. Fue durante un mes de mayo con motivo de la visita que realizó a la feria de Sebime que entonces yo presidía. Hablamos de mis abuelos y de la parte de mi familia que él conocía. Se interesó por nuestro sector industrial y le puse al corriente de las dificultades que, ya en aquel entonces, sufrían los industriales bisuteros menorquines.

Fernando Rubió amaba a su isla. A nuestra isla. Su meritoria labor profesional le había permitido acumular una muy considerable fortuna (la mayor de Menorca al parecer) lo que le indujo a crear la Fundación Rubió i Tudurí Andrómaco para beneficiar a los menorquines en la medida de sus posibilidades. Si los comienzos fueron fulgurantes (Parque Rubió i Tudurí, Biblioteca Rubió, etc) hace ya años que las noticias sobre esa Fundación, escasas y opacas en muchos casos, no ayudan a que cuente con la aprobación general de los menorquines. Su imagen se ha diluido. De hecho no es ningún secreto que la Fundación ha colapsado socialmente.

En un tiempo en que la sociedad demanda apertura, luz y taquígrafos, esa Fundación no aparenta transparencia. Una de las causas puede ser que los patronos son nombrados de forma vitalicia lo cual, hoy, es una desconsideración a la práctica de nuestra sociedad democrática. Algún sector social cree incluso que los escasos y esporádicos actos que realiza eventualmente son demasiado elitistas, alejados de sus fines fundacionales y están muy inclinados a simular ser la delegación comarcal de "La Vanguardia". No creo que, consolidada ya esta problemática situación, se trate tanto de buscar las causas y / o de enfocar a posibles culpables (eso ya lo ha hecho la vox populi menorquina) como de encontrar soluciones para retornar a un escenario de agrado social donde los fines de la Fundación puedan cumplirse en beneficio de Menorca. Se trataría de conseguir que los patronos hicieran un acto de grandeza y valentía y renunciaran a sus cargos para que otros distintos, sin connotaciones con los acontecimientos de estos pasados años, pudieran relanzar la Fundación. No se trataría pues de exigir posibles responsabilidades sino de facilitar el inicio de una nueva etapa.

Hace un tiempo recordé que la Cortes franquistas se hicieron, ella solas, el harakiri que permitió la entrada de la democracia en España. Fue un acto de grandeza política ya que los mismos que la llevaron a cabo se autoinmolaron políticamente. Pero aquello permitió que la libertad, la apertura y la modernización llegaran a nuestro país y que el aire fresco ayudara a crear una nueva ilusión. El recuerdo del Sr. Fernando Rubió merece un respeto. La solución solo puede llegar desde las renuncias personales y la altura de miras de los patronos. Eso favorecería una nueva dinámica que reactivaría la ilusión para conseguir los fines para los cuales la Fundación fue creada.