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La magia de los instantes es la magia de la vida. Una vida llena, plena, brillante, que contagia ilusión y energía a raudales.

El Teatre Principal se llenó de estrellas, de ritmo, de voz, de buenas vibraciones, como colofón a la segunda edición del Foro Menorca "Porque ya nada será igual".

Dulce Pontes, llenó de sentimiento todo el teatro, llegó hasta la última comisura de cada alma que allí habitaba. Nos agasajó con su fuerza, con su espíritu, con sus guiños y con su luz.

Dulce no es una artista convencional. Esta mujer parece estar suspendida por hilos divinos. Arrastra a personas que la siguen vaya donde vaya, como si de un líder espiritual se tratase. Consigue convocar buena energía, agasajar con su mirada y sus gestos a todo su equipo musical con quien se relaciona de una forma intensa y sumamente cariñosa.

En esta ocasión, además, la acompañaba su familia, sus dos pequeños hijos y su marido. La pequeña María estuvo mirando a su madre atentamente desde el proscenio sobre el escenario, a ratos con el chupete, a ratos con la boca abierta. Había momentos que parecía que las baladas de su madre la acunaban. Guiños llenos de ternura de la madre hacia la niña que engendra el mismo ritmo en sus venas.

Dulce sonríe, guiña, besa, bendice a todos. Es pura energía que fluye y empapa.

La preparación del concierto fue meticulosa. Su entrega necesita concentración e interiorización. Solo bebe infusiones de tres plantas manzanilla, tila y valeriana, antes y durante el concierto. Parece un ejercicio de entronización a la energía que la envuelve.
No quiere flores, ni físicas ni verbales, quiere que el hechizo que ha puesto en marcha no se pierda y que llegue el sentimiento a todos y cada uno de los que comparten la noche con ella.

Tras el concierto, pausados treinta minutos de sosiego. Con ella misma, para ella misma. Y sale del camerino una "pizpireta" jovencita con el pelo recogido en una coleta, con la cara lavada y con ganas de abrazar a quien la abraza.

Ahora es el momento del relax y de la cercanía humana. Músicos, familia, amigos y algún humilde privilegiado, como yo, compartimos un estupendo picoteo generosamente ofrecido por Maria Cubas en su casa, un ático desde donde se contemplan las estrellas de una noche bien, ¡pero bien! estrellada.

Dulce saluda y enternece. Atiende de nuevo a sus músicos y saluda a la casi veintena de personas que hemos sido tocadas por la ventura.

Los músicos aún están hechizados y sacan instrumentos y voces para seguir celebrando con todos nosotros "la vida"

Y todo esto no hubiese sido posible sin el milagro de una maravillosa persona, Adelina Gómez. Ella no es una promotora, ni siquiera una representante artística, ella es una mujer llena de amor cuyo oficio es el de repartir cartas. Y el viernes nos entregó a todos la mejor de las cartas de amor: el concierto de Dulce Pontes.

¿Cómo? ¡si yo les contase! … "¡Creer es Crear!" y más cuando se hace por amor y generosidad.