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Llevar capa y antifaz está sobrevalorado. Los héroes y las heroínas de hoy en día lucen delantal y una mano a la hora de cocinar que lo mismo te cura una gripe que te anestesia una melopea. Escribo sobre todas aquellas personas que dedican las tardes previas a las fiestas patronales a cocinar panecillos, pastas, 'coques', 'albergínies' y demás manjares que lucen impolutos en una mesa cuando llega la jauría hambrienta. Son ellos y sus recetas los que alargan la noche a los jóvenes y no tan jóvenes que acuden a la mesa en busca de una tregua etílica manteniendo el buen ambiente.

Mi sencillo homenaje va por, entre otros, Nati y Sara, y sus increíbles berenjenas rellenas, o Bep y su familia, todos en Es Mercadal, que me adoptaron cuando el hambre apretaba, la abuela de mi colega Pere Puig o na Pili 'de s'Espanya', la madre de mi buen amigo y alaiorenc 'Singular', Loren, sin olvidarme de Ca'n Salort, donde Na Juanita me recibe cada año con una sonrisa sincera y cálida, rodeada de su gran familia, o 'es conco' Pedro, que prepara unos macarrones de escándalo el domingo de las fiestas de la Mare de Déu de Gràcia.

En las fiestas, no todo son los caballos, los amigos y la pomada. Una tradición que adoro es la de sentarte con la tropa de compañeros alrededor de una mesa repleta y comentar cómo está yendo la tarde o, sencillamente, ponerte al día con aquella persona que ves una vez al año.

Tiene mucho mérito cocinar para tantos y, encima, hacerlo tan bueno, pero imagino que mientras unos disfrutamos bailoteando la canción tonta del verano, otros se encargan de que no nos falte de nada a la hora de comer. Trabajan desde la sombra y son nuestros héroes y heroínas anónimos. Bravo por ellos.