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No sé a ustedes pero a mí se me pasó eso de ver la lluvia de estrellas, me ocurre casi todos los meses de agosto, y eso que llamarse "perseidas" tiene hasta un atractivo misterio. Pero es que ver una lluvia de esas no es fácil. Tienes que tener la suerte de que no esté nublado (cosa que ocurre un patadón de veces), que te encuentres en un lugar despejado, sin iluminación, vamos en plena naturaleza y lejos del mundanal ruido, que no temas sufrir de dolor cervical al día siguiente, que aceptes te entre mosca en boca (las estrellas es obligado mirarlas con la boca casi desencajada) y sobre todo, eso es fundamental, que te acuerdes que esa madrugada, precisamente esa, es cuando van a llover. El que se le olvide a más de cien es normal. Juramos olvidarnos del reloj antes de empezar las vacaciones, enterrar nuestras agendas, ocultarnos tras un taparrabos , tostarnos como lagartijas y redescubrir que, la cebada en botella de cerveza es algo más que un cereal. Cómo diablos vamos a acordarnos que esa madrugada van a llover estrellas si ni sabemos en qué día estamos. Lo más probable es que precisamente esa noche-madrugada le pille a más de uno con un colocón de los menos aconsejados y que al día siguiente, cuando alguien le pregunte si vio la lluvia de estrellas, le responda en plena resaca que muchas, miles de estrellas y hasta un par de planetas. Tengo un grano de arena en el ojo que me molesta un montón