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Se quedó traspuesto –y finalmente dormido– en el hemiciclo. Como siempre. En su sueño recurrente, regresó nuevamente a su infancia; a aquellas aguas turbias y cabreadas que zarandeaban su pequeño cuerpo; a la certeza de su inminente muerte y a aquella mano amiga que se le brindaba desde un gratuito heroísmo. "¡Agárrate!" Las palabras de Daniel le llegaron oníricamente, con claridad, una vez más… También la imagen del salvador brazo de su "compadre", con aquella mancha peculiar de nacimiento que se asemejaba tanto a la figura de un delfín… Se despertó, igualmente como siempre. Repasó el dictado de su partido y votó las enmiendas y las proposiciones según lo ordenado por el "aparato". Desconocía, por completo, su contenido…
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Al taxista le divirtió que tres clientes, en tres "carreras" distintas, le hubieran hablado del mismo cajero; que los tres hubieran quedado atrapados, durante horas, en su interior, a causa de un pestillo defectuoso… "Acojona, créame, y más en la periferia de Madrid, a las tres de la madrugada" –le había confesado uno–. La anécdota le había permitido olvidarse del alzheimer de su madre, de las ayudas a la dependencia que no se le abonaban, de que, y como de costumbre, no llegaría a fin de mes…
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Tras las votaciones –y los ecos de aquel sueño persistente– el diputado se desvivió por encontrar en su despacho aquel bolígrafo comprometedor que le había regalado una prostituta… Tras todo tipo de vanos intentos, optó por posponer la operación y abandonar el Congreso… A la salida, le esperaba un empresario en el interior de un taxi. Su propietario seguía pensando en el alzheimer de su madre, en las ayudas a la dependencia que no se le abonaban, en que, y como de costumbre, no llegaría a fin de mes… Necesitaba distraerse. Hizo, entonces, lo usual: mirar discretamente por el retrovisor. Asistió, entre divertido e indignado, a un espectáculo iterado, a una transacción inconfesable, a un intercambio de favores. Tras el acuerdo, se sumergieron, político y empresario, en el Madrid más oculto, en los bares inimaginables de costosas furcias, en los puntuales paraísos de blancas sustancias… El diputado abonó finalmente la "carrera" con la tarjeta del Congreso… El taxista se lo quedó mirando intentando controlar arcadas… Antes de despedirse el diputado le preguntó por un cajero…
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El congresista intentó inútilmente salir… Palpó su traje en busca de su móvil. No lo encontró. Golpeó la puerta. Madrid no respondía… Iteró la operación una y mil veces con intervalos que el terror incrementaba. Ese terror que rozó el paroxismo cuando percibió un leve sonido en la penumbra. Al descubrir el cuerpo de aquel vagabundo sintió asco… El tiempo le confirió templanza. Se sentó sobre el suelo. Esperaría. El brazo del desheredado se fue deslizando lentamente hasta extenderse sobre el suelo, desprendiéndose de la protección de cartones mudados en mantas… Aquella carne macilenta maltratada de su coyuntural vecino de dormitorio exhibía una mancha con la figura de un delfín… De pronto los números, las cifras de su acción política, el índice de paro, la suma de los desahucios adquirieron rostro humano… Y el preso sintió el hedor. Pero no era el ajeno, era el propio…
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Cuentan que el diputado, pero únicamente en sus sueños, dejó de buscar aquel bolígrafo que le regalara una prostituta y que se empecinaba ahora en hallar la conciencia perdida, esa que extravió, probablemente, en la primera votación en la que su ética fue derrotada por la disciplina de partido… Cuentan, igualmente, que Daniel le siguió extendiendo el brazo, aquel brazo con aquella mancha con aquel delfín; que su amigo de la infancia seguía imprecándole con un "¡Agárrate!"; que… El diputado niño se había aferrado a Daniel, entonces… Cuando despertaba, sin embargo, seguía buscando el bolígrafo comprometedor. Cuando despertaba, sin embargo, procuraba esquivar la certeza de que, en aquel cajero, Daniel, metido a desheredado, le había tendido, por segunda vez, una mano salvadora… En esta ocasión, pero, la había rehusado… En el hemiciclo, el diputado continuaba votando al dictado de su partido…