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Mi mujer me ordena que levante el campo del ullastre. Que está harta de aplicarme betadine en la calva, a pesar de la chichonera que le ha puesto a las ramas más arriscadas del árbol. Que ya sabe que no soy el que me doy con él al levantarme después de una mística concentración, pero que heridas y budonyes, haberlas, haylas. Me dice que se cree a pies juntillas mi argumento exculpatorio de que es el árbol, harto de metafísica, el que se abalanza sobre mi cabeza en cuanto tiene ocasión. Vale, tío, sentencia, pero apártate del maldito ullastre, estoy harta de mancharme los dedos con betadine y, además, se termina ya agosto.

Y lo hago con resignación y melancolía, recordando mis septiembres de aguas plateadas en el puerto, cuando recogíamos el magatzem para volver al número siete de Ses Moreres, donde nací y pasé mis primeros quince años (gracias, Lina, por haberme dejado visitar la casa y por conservarla tal cual). Me ponía taciturno cuando recogía mi colección de chapas (taps) con fotos de ciclistas en su interior (Anquetil, Poulidor, Bahamontes, Loroño, Charly Gaul, Louison Bobet… Mis ídolos de entonces que en verano superaban a Kubala, Luis Suárez o al recientemente fallecido Ramallets. Me despedía de la caña de pescar cabots, de Proel, el perro de Biel es mariner de sa Lliga, y de mis entrañables amigos des Moll de Llevant , a quienes apenas veía en el largo y lúgubre invierno…

Ahora recojo compungido libros, ordenador y mi lapicero mágico que subraya por sí solo pasajes de libros que luego revisitaré con fruición al cabo de los años, como he hecho este verano con "Hijos de la medianoche" de Salman Rushdie y como haré en el futuro (espero) con las fascinantes crónicas de viajes de Sir Patrick Leigh Fermor que han ocupado buena parte de mi ferragosto. El ullastre ya no me ofrece protección sino amenazas de carabassots hasta que Matías, el jardinero fiel, lo pode convenientemente. Además ya hace fresco y empieza a hacerme estornudar (rinitis vasomotora se llama mi molesta aunque cómica afección que hace que nunca tenga miedo a perderme: bastará con que sigan los estornudos), y el escritorio de mi abuelo en Quicus de Sa Farinera empieza a reclamar atención…
Así que ahueco el ala rumbo a nidos menos agresivos.

Temores y esperanzas
ante el nuevo curso

Las conclusiones del Cercle d'Economia sobre el proyecto de remodelación de la carretera general Maó-Ciutadella obligan a la reflexión: ¿Son realmente necesarias tantas rotondas en la carretera general? El desmesurado impacto paisajístico de la autopista de Ibiza revolotea cual cuervo hambriento sobre el futuro patrimonio arqueológico de la humanidad…

Mi amigo Oliago Pons manda un efusivo abrazo a la pregonera Mercedes Milá junto con sus mejores deseos de un pregó de Gràcia memorable y la promesa de devolverle el petó que le diera el pasado año al ser nombrado cavaller de Maó…

Nada va a ser lo mismo en el periodismo menorquín en el año en que se cumplen los primeros cincuenta (ufff) de colaboraciones en Es Diari de este porfiado escribidor, que ahora mismo es un laberinto de sentimientos encontrados, temores y esperanzas en un batiburrillo indescriptible, aunque su ilusión periodística siga intacta. Veremos.