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Rob Rhinehart, un ingeniero de 24 años, ha inventado un sustitutivo alimenticio que es su fuente de energía desde hace más de dos meses. Se llama Soylent, en honor a "Soylent Green", una película de ciencia ficción de 1973 en que la población se alimenta de un producto similar al que él ha creado. Tienen características similares. Es insípido y contiene todos los nutrientes para cubrir las necesidades diarias del ser humano. Paralelismos cinematográficos aparte, los partidarios de Soylent ya lo anuncian como solución al hambre en el mundo. Pero, ¿realmente producimos menos alimentos de los necesarios para nutrir a la humanidad? No. En el libro "El Negocio del Hambre, la especulación con alimentos", Felipe L. Araguren asegura que producimos de más. De hecho, según datos de la FAO, de las 2.230 toneladas de cereales cosechadas en 2010, solamente 1.050 fueron destinadas a la alimentación humana y el resto fue para piensos y agrocombustibles. ¿Entonces por qué hay más de 1.000 millones de personas que carecen de seguridad alimentaria y el hambre se lleva a 30 millones de ellas al año? La respuesta es mucho más compleja que la anterior. Está relacionada con el sistema de producción y distribución de alimentos, que funciona como un sistema económico cualquiera, sometido a las inestabilidades típicas entre la oferta y la demanda que provocan, en resumen, que quien no tiene suficiente para pagar, no pueda obtener el alimento. A eso debemos añadirle que las reservas de comida o los factores de producción para obtenerla (agua, tierra, etc.) están siendo compradas por grandes empresas para controlarlas, y lleva a que tanto dé jugar en bolsa con ropa que con arroz.

Por lo tanto, ¿qué más da si se aumenta la producción de alimentos? Los transgénicos o Soylent no solucionarían el problema del hambre. Existe comida suficiente, la cuestión es cómo está repartida y quién y cómo negocia con ella.