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La noche del pasado jueves, 12 de septiembre, Madrid era una fiesta. Buena parte del barrio de Salamanca (las calles Lagasca, Claudio Coello, Jorge Juan, Serrano, etc) celebraba la "Vogue Fashion's night out" (Noche de la Moda de Vogue). La zona estaba increíblemente abarrotada y el ambiente era muy cosmopolita. Cochazos, cócteles y "modelos" (¡Jo, qué tías!) "everywhere". Las tiendas de las grandes marcas estuvieron abiertas hasta altas horas de la noche y ofrecieron barra libre a sus visitantes. Un ambientazo donde se escuchaban multitud de lenguas y donde nadie, "sorry" para los que pretenden dictar la agenda político-social, hablaba de la derrota de los partidarios de los Austrias cuando la Guerra de Sucesión de 1714 en Barcelona, ese hecho a favor de las libertades de España que tanto desorienta a algunos catalanes. Sí, a nadie parecía importarle que el día anterior, 11 de septiembre, una ínfima porción, un escaso 5 por ciento de los siete millones de catalanes, abogara por un golpe de estado (¿Chile en el recuerdo?). Eran los esclavos encadenados que defienden la sedición contra la Constitución Española y su entramado jurídico. Los de la "Fashion's Night" debieron considerar ridículo que en un mundo globalizado haya una región de un país europeo moderno y democrático que sueñe con salirse de la unión Europea para entrar en la pobreza y en la soledad del tercer mundo. "How shocking".

Los catalanes (y especialmente su clase empresarial) tienen un serio problema causado por su clase política, corrupta y fanatizada hasta la médula, que les usa y les chantajea con el anzuelo del amor a su tierra. Una clase que utilizando todos los resortes del poder no duda en manipular los sentimientos de sus ciudadanos distorsionando la contabilidad, la historia y la realidad social de un país. Nadie explica a los niños catalanes que las tropas franquistas fueron recibidas en Barcelona con un entusiasmo inusitado, nadie les explica lo que fue el Tercio de Montserrat, nadie les informa que el sector industrial catalán floreció por el proteccionismo del estado central que mimó a Cataluña en detrimento de otras zonas de España, nadie les explica que hicieron por España los políticos catalanes (López Rodó, Samaranch, etc). Nadie les informa que Cataluña siempre fue la niña mimada de la dictadura franquista que protegió y enriqueció a su clase empresarial. Todo eso se les oculta.

En Madrid son pocos los que insultan a Cataluña. El mismo día 11 de septiembre, el día de Cataluña, me fui de cañas por varias barras populares madrileñas. Comentando los telediarios muchos de los clientes explicaban sus vínculos con Cataluña. Muchos tenían familiares, parientes, amigos, etc. Un vínculo real desde hace generaciones. Nadie insultaba a los catalanes aunque algunos comentaban la suerte que tiene el Barça de poder contar con un gran número de jugadores de la Selección Española de fútbol.

Mas se ha metido en un "no way out" (en un lugar sin salida). El "lobster-eater" ha ido demasiado lejos. Y, ante la obcecación de quien pretende romper España, ya quedan pocas salidas. Una es la de hacerle quedar en evidencia mediante una grandiosa campaña de información pedagógica para lucidez de engañados: ha sido el nacionalismo (y no solo la crisis) el ha quebrado a Cataluña, una región que solo subsiste con las ayudas del estado central. Con una deuda inmensa de casi 50.000 millones de euros, no tiene acceso a ninguna vía financiera: nadie les presta. Sin esas ayudas estatales no podrían pagar las nóminas de los funcionarios y Catalunya colapsaría. La región vive de Madrid.

Otra es mandar ayudas financieras finalistas para que no se despilfarren en organizar encadenamientos ridículos ni en comprar voluntades mediáticas. Para no evitar que los medios no informen de que CiU tiene la sede embargada por presunta corrupción, que su secretario general está imputado también por lo mismo, para que se hable del caso Palau (un robo a todos los catalanes), para que nadie olvide el latrocinio de Unió Democràtica, para que nadie olvide la comisión institucionalizada del 5 por ciento, para que todos sepan que el fomento de las denominadas "estructuras de estado" ha arruinado Catalunya. Para que se acaben las cortinas de humo.

Sí, hace ya tiempo que Rajoy, ese indolente que parece temeroso de la realidad a la que se enfrenta, debería haber contraatacado no solo con cartitas sino con hechos. Con advertencias: si no hay inmediata rectificación por parte de la Generalidad deberá de aplicarse el artículo 155 de la Constitución democrática que nos ampara a todos. Será cuando se centralice la educación ("causa y motivo, !ay¡ de tanto desespero", Los Sirex), cuando se destituya a los corruptos y a los insensatos y cuando se controlen los gastos hasta la convocatoria de nuevas elecciones. No hay espacio ya para más concesiones. Muchos catalanes lo agradecerán. Quizás el 90 por ciento que no se esclavizaron encadenándose.