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El día 15 de agosto de 2013 Moritz Erhardt abandonó la sede londinense de Bank of America y se dirigió hacia la residencia de estudiantes de Bethnal Green, al este de Londres. Estaba agotado. Había trabajado sin descanso hasta las seis de la mañana durante tres jornadas consecutivas analizando las fluctuaciones de los valores en Bolsa. Tenía que cumplir unos objetivos. Sus superiores sabrían valorar su dedicación a la empresa. "Éste es el camino", pensó el joven becario. Al fin y al cabo, se trataba de una buena oportunidad. Solo los mejores conseguían abrirse hueco en la prestigiosa firma y desarrollar una prometedora carrera profesional. La recompensa podía ser enorme. Acababa de empezar en la empresa y ya ganaba casi 3.200 euros al mes. Tenía que olvidarse del cansancio. Tenía que olvidarse de las 110 horas semanales. Tenía que olvidarse de aquellos días en los que salía de trabajar a las siete de la mañana, cogía un taxi, llegaba a casa, se cambiaba de ropa y volvía a coger el taxi para regresar a la oficina.... Sin embargo, al joven Moritz le costaba olvidarse de lo cansado que estaba. ¡Había estado más de 72 horas trabajando sin parar! Cuando llegó a su habitación, decidió darse una ducha y, tras sentir un ligero malestar, se desplomó. Pocas horas después, sus compañeros de piso encontraron su cuerpo tendido en el suelo. Había muerto por agotamiento laboral.

El pensador británico Thomas Carlyle solía decir "puede considerarse bienaventurado y no pedir mayor felicidad el hombre que ha encontrado su trabajo". Sin embargo, ¿cuánto tiempo debemos dedicarle? En España, por ejemplo, tenemos la jornada laboral más larga de los países de nuestro entorno. Según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, los españoles trabajamos una media de 232 horas más al año que en el resto de países europeos. La productividad, por el contrario, es muy baja: un 25 % menos que en Estados Unidos y un 20% menos que en la Europa de los Quince. Estos horarios laborales tan extensos -impuestos por la prolongada pausa para comer- afectan negativamente al trabajador que ve cómo su día a día discurre exclusivamente en la oficina. Cuando el trabajador finaliza su extenuaste jornada, apenas tiene tiempo para charlar con la familia, guiar el aprendizaje de sus hijos, estrechar lazos con sus amigos y poder disfrutar del ocio.

La actual crisis económica constituye una excelente oportunidad para que la sociedad española reflexione sobre la duración de la jornada laboral. Se trata de una cuestión que nos atañe a todos: ciudadanos, empresas, sindicatos, Administraciones públicas. El punto de partida de este cambio cultural debe ser, sin duda, una mejora de la conciliación de la vida personal y familiar. Las empresas que han seguido este camino han conseguido buenos resultados. Han mejorado su productividad, reducido costes, eliminado el absentismo y aumentado la motivación y lealtad de los trabajadores. Y es que, ¿acaso hay algo más positivo para una empresa que tener a sus trabajadores contentos? Confucio ya lo decía: "encuentra un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un solo día". Quizá por eso no probó suerte en el Bank of America.