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i realmente no es posible, si de ninguna manera Cataluña puede obtener la independencia, no entiendo a qué viene tanto revuelo, tantos artículos, debates y vueltas de tuerca. Bastaría con dejar hacer, con despejar el camino, para que tarde o temprano vieran que no les lleva a ningún sitio. Si es imposible, es que no se puede y si no se puede de qué alarmarse. Si tampco hay mayoría de independentistas en Cataluña, si son tan pocos, por qué no dejar que hagan la consulta y echar en cara luego el resultado si será tan malo, y si la consulta, por cualquier cosa saliera del revés, qué importa si luego ni es vinculante y aunque lo fuera no hay ley, ni forma, de llevar a cabo la autodeterminación. Y si es porque no les conviene, si no es porque se vayan sino para que no les vaya mal, si es por algo tan humano como la protección, o el paternalismo, por qué no se ha hecho ver antes ese incondicional cariño y haber evitado así que se alimentaran de otro.

2 son preguntas que me hago, de las que no espero respuesta de nadie, pues ya responden las noticias cada día, y las tertulias de la radio y en la tele, se les nota en la voz, se les ve en la cara, a unos y a otros, se les lee en los ojos a todos y pone 'no te puedo ni ver' y así se miran, enfrentandos y sin querer estar al frente, muy cerca pero sin poder estar juntos, hablando pero sin ganas de entenderse. Es imposible ponerse de acuerdo entre dos que están convencidos, no ya de tener razón, sino de lo equivocado que está el otro. Y hablan y discuten con palabras que no van dirigidas al que se habla, discursos que están escritos para los que les reciban en casa cuando vuelvan, entre aplausos y olés o en corrillo de sardana.

Lo cierto es que la importancia de los problemas no se mide en la cantidad de palabras que generan, sino en la calidad de las soluciones que se proponen. Y sobre este tema todas las propuestas que hay encima de la mesa no son más que piedras para irse tirando uno a otro, y bueno, con eso lo único que se consigue es que prosiga el enfrentamiento, alargarlo, y no es que les salga mal, pues algunos viven de que no termine nunca. De seguir enfrentados. Sentirse catalán o sentirse español, no digo ser, digo sentirse, es algo que no se puede contraargumentar. Pruebe usted a decirle a alguien que en realidad no es quien siente ser; los sentimientos no se razonan, uno los comprende o no, los atiende o los desprecia, los alimenta o los altera, los ataca o los desmiente con otros nuevos. Pero a patadas el único sentimiento que se pone en juego es el de devolverlas.