Cada vez que se anuncia una inversión millonaria en la Isla se generan tres sensaciones en la puntillosa sociedad menorquina. La primera, ilusión por las posibilidades de crecimiento económico. La segunda, escepticismo en cuanto que muchas han sido las reproducciones virtuales de atractivas instalaciones que se han quedado en nada más que eso Y la tercera, alerta por el componente de afectación medioambiental que toda gran intervención puede llegar a tener en esta afortunadamente ultrasensible Reserva de la Biosfera. La alerta, a su vez, llega por dos motivos, unos porque se preocupan por la cantidad de verde que sucumbirá, otros porque se ven encima las protestas y las trabas de los primeros, y ven en ello una posible causa de frustración de la cosa.
Café, cruasán y...
La vacuna contra un nuevo culebrón
26/10/13 0:00
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