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Afirma Carlos Garrido que «hay lugares que conocemos incluso antes de llegar a ellos, como si los hubiésemos soñado o pertenecieran a nuestra imaginación. Sitios que, al ser re-descubiertos como realidad exterior, nos infunden una emoción inexplicable. Sentimos su nostalgia como la de una patria de todos aquellos que dejaron la suya. Se nos aparecen como un país misterioso de nuestros orígenes».

Para Carlos Garrido, Menorca está entre estos lugares y yo comparto su afirmación y también las palabras con las que el autor de «Menorca mágica» describe el sentimiento que embarga a tantas personas cuando visitan nuestra isla, un sentimiento que combina admiración por un paisaje armonioso y añoranza sutil por un tiempo que se antoja más sencillo y auténtico, gratitud y calma.

¿Obedece a este sentimiento la demanda de un proyecto diferente para la remodelación de la Me-1 que, desde las páginas de este periódico, han expresado personas tan dispares como el escolta Carlos López, el jurista Josep Maria Quintana, el ecologista Miquel Camps, el empresario turístico Carlos Sintes Pascual o el médico Anton Soler?

No puedo saberlo pero me gustaría que así fuera, que detrás de la convicción de la fragilidad de nuestro entorno privilegiado y de la defensa de un desarrollo sostenible para Menorca- del que el sistema viario es parte- hubiese no solo motivos medioambientales y económicos, sino principalmente un amor profundo a lo que fuimos y una conciencia clara de lo que queremos ser.

La isla quedó al margen del boom turístico de los setenta y apostó por un modelo económico diversificado. Durante años sostuvo un frágil equilibrio entre actividades económicas diferentes, gracias a un sector agrario comprometido y a un no menos comprometido sector industrial, y a un modelo territorial que contuvo el avance de la construcción y la proliferación de infraestructuras turísticas y de ocio.

Menorca quería crecer pero también anar de vega, proyectarse al mundo globalizado sin perder sus raíces. Sin embargo, no ha podido escapar de la burbuja financiera e inmobiliaria ni de la terciarización de su tejido económico, y el equilibrio se ha quebrado con las consecuencias que todos conocemos, entre ellas la necesidad imperiosa de buscar un nuevo camino.

En esta búsqueda, resurge con más fuerza que nunca la dicotomía entre teneruna economía más potente, un mejor posicionamiento como destino, una opción en la industria de base tecnológica...- y ser- un lugar mágico-. Fuimos, somos, un territorio maravilloso donde se abrazan lo económico y lo humano, pero seguimos sin decidir qué queremos ser. Y si lo sabemos, en demasiadas ocasiones, no lo demostramos. Sirva de ejemplo, la actual controversia sobre de la mejora de la Me-1 a la que aporto un par de reflexiones.

El modelo inicial que se propone en este proyecto- similar al que ya está consolidado en la variante de Ferreries- se intuye sobredimensionado, excesivo en las soluciones técnicas que propone y en el coste económico que éstas implican. Se proyecta con el objetivo de poder dar respuesta a una densidad de tráfico que, al parecer, solo ha registrado la carretera general en la época de mayor expansión de la burbuja financiera e inmobiliaria, un modelo económico que, hemos repetido hasta la saciedad, queremos superar.

El proyecto no parece muy acorde tampoco con un territorio declarado Reserva de Biosfera y que aspira, además, a ser designado por la UNESCO en relación a su cultura talayótica como Patrimonio de la Humanidad, distinción esta última que la UNESCO no dudó en retirar al Valle del Elba por la construcción en Dresde de un puente moderno de 630 metros, a dos kilómetros y medio del centro histórico de la monumental ciudad alemana.

¿Quiere ello decir que no hay que introducir mejoras en la carretera general? No, por supuesto que no. Una experiencia de conducción más amable y segura es determinante en la calidad de vida de quienes residimos en Menorca y en la percepción que nuestros visitantes tienen de la Isla, pero esa experiencia debe conseguirse con el mejor diseño viario posible, y vistas las discrepancias, mi intuición, mis sentimientos, me indican que no es éste el que inspira el proyecto actual.

Me dirán que no se puede gestionar a base de intuición, de sentimiento, pero con la lógica de los índices, las ratios y los incentivos no nos ha ido mucho mejor. En la remodelación de la Me-1 -como en la redefinición del producto turístico, la revitalización del puerto de Maó o la modificación del PTI- Menorca no puede improvisar y ejecutar cualquier proyecto, ni siquiera conformarse en elegir buenos proyectos. Menorca ha de apostar de manera firme y constante por proyectos excelentes, diseñados con sentido y sensibilidad. Solo con ellos será posible restituir el equilibrio entre el ser y el tener, conquistar el presente y afianzar el futuro.