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- ¿Leerás las memorias de Aznar? ¿Las de Felipe González? - te preguntas-.

- What?

Ante tamaña provocación, optas por callar. Y es que los dos expresidentes presentaron el pasado jueves, efectivamente, sus memorias o lo que sean... Lo tuyo no es eso: prefieres la otra memoria, la real, esa, caótica, que anida en el recuerdo de tantos, configurada por datos que conocisteis y, casi siempre, padecisteis. No te interesa ese ayer, disfrazado de otro. En esos textos -lo sabes- lo verdaderamente interesante se habrá omitido y lo trivial, sublimado. Tampoco hallarás autocrítica y, mucho menos, un propósito de enmienda, ya imposible.

- ¿Qué son? -te refieres a las memorias de marras-.

- El deseo insano, imposible, de seguir en la brecha -te contestas-.

- Por eso no faltan nunca críticas a los sucesores. "¡No hay comparación, oiga!"

- "Otros vendrán que bueno me harán" -dice el refranero-.

Se lo dicen ellos. Y llegan a creérselo. Llegan incluso a creerse que todos vosotros, cegatos, les creeréis también. Cuando presentan sus nostalgias, sus vidas retocadas en textos posiblemente redactados por dóciles negros bien pagados, probablemente renieguen, convenientemente, de la memoria histórica, pero no de cualquier memoria histórica, sino de la suya... Las vergüenzas habrán sido debidamente soterradas: en los textos presentados el jueves no habrá seguramente referencia al crimen de estado, ni capítulo alguno ilustrado con la imagen de niños muertos en Irak... Se cumplirá, en definitiva, el certero dictamen de Tomas Moro sobre la soberbia: "Pero el soberbio, que en su propia opinión se toma a sí mismo por perfecto, es el que está más lejano de toda cura. Porque, ¿cómo puede enmendar su falta si para él no existe, si piensa que todo lo que él hace está bien y nada de lo que otros hacen, y cubre sus intenciones con el pretexto de algún propósito sublime que nunca iniciará mientras viva".

- ¿Existirán, para Aznar, las víctimas de Irak? -te cuestionas-.

- Como dijo Moro: "su falta (...) para él no existe"

- ¿Con qué pretexto sublime cubrirá sus verdaderas intenciones?

- Probablemente con el de que le necesitamos...

- Dijiste que renunciarías hoy al humor...

- Lo sé... Pero es humor negro, negruzco...

- ¿Hubo, para González, un GAL?

- Como dijo Moro...

No te interesan, sí, los pasados de tus expresidentes. Como tampoco el presente de quienes, desde el ejecutivo o desde la oposición, dirigen ahora el cotarro... En el futuro, también ellos tendrán a un negro que les reescriba, endulzándolo, el hoy que os agita. E igualmente ocuparán las salas de los prestigiosos hoteles para mentiros nuevamente, para mostraros los milagros del botox de las palabras ultrajadas...

- ¿Qué te interesa, pues?

Y regresas mentalmente a Palma de Mallorca... A tu habitación de hotel... A las ventanas que te permitieron disfrutar de un amanecer sobre la Plaza España, sobre el ya mítico bar Cristal, sobre la estación de trenes... ¿Qué veías? A alguien cubierto de cartones junto a una marquesina en la que destacaba el rojo promocional de una conocida entidad bancaria; a viejos sin recursos paseando a perros igualmente envejecidos; a inmigrantes utilizados, irrisoriamente pagados y menospreciados subiendo a tristes autobuses; a madres apresuradas; a jóvenes preguntándose probablemente qué hacer durante la jornada con su cuerpo desempleado...

- ¿Dónde están vuestros políticos? ¿A qué ventanas se asoman? ¿A las virtuales de la adulación? ¿Por qué no a esas otras, como la tuya, para emborracharse de humanidad, tras el vómito de cifras y estadísticas?

- ¿Qué te interesa? -te repites-.

- El estadista honesto e inimaginable hoy que se empecine en dejarse la piel por ese vagabundo, por ese viejo, por esa madre, por ese joven bajo el frágil sol de la plaza España...

- ¿Y?

- Que cuando ese estadista escriba sus memorias, se las comprarás, porque estarán exentas de botox y repletas de honorabilidad y respeto, ese que se conquista, pero jamás se regala...