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El 50 aniversario del fallecimiento del periodista y escritor Mario Verdaguer, registrado el pasado 7 de noviembre, ha pasado desapercibido en Menorca. Ni un breve acto de recuerdo, ni una sola línea de reconocimiento para el culto autor de obras señeras en la literatura menorquina como Piedras y viento; mallorquina con La isla de oro y La ciudad desvanecida; y en la literatura universal con Un intelectual y su carcoma.

Mario Verdaguer Travesí (Maó, 1855-Barcelona, 1963) ha sido definido por Josep Maria Quintana como «el escritor de Menorca» gracias a su novela Piedras y viento, que publicó el 1928.

La Revista de Menorca dedicó en 1985, con motivo del centenario de su nacimiento, un espléndido monográfico a este autor exquisito y cosmopolita, proclamado hijo ilustre de Maó en 1962.

La sólida obra de Verdaguer, 50 años después de su desaparición, ha caído en el olvido a pesar de aunar, con estilo propio, el esteticismo de Valle Inclán, el modernismo de Gabriel Miró, el vanguardismo de Rafael Goméz de la Serna y la fantasía psicológica de Pirandello, en acertada descripción de Esther Bartolomé Pons.

El que fue hijo de Magín Verdaguer Callís -escritor, poeta, catedrático de latín y primo de mossèn Cinto Verdaguer- y de Isabel de Travesí y Guardia, hija del médico y filólogo Josep Miquel Guàrdia, de Alaior, es desconocido por las jóvenes generaciones de menorquines.

El gran crítico literario Federico Carlos Sainz de Robles definió al escritor menorquín como «uno de los mejores novelistas españoles de hoy. Sus argumentos son originales, densos, emotivos. Su técnica está llena de sabrosa modernidad. Su sensibilidad es exquisita y salta hecha pedazos en imágenes luminosas y sorprendentes».

Hoy Mario Verdaguer nos interpela desde la Galería de Menorquines Ilustres de Maó.